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Black Amaya: Los rockeros que le cantan a la pobreza subestiman a la gente

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¿Cuál es el recuerdo más lejano que tenés referido a la música?
Recuerdo una vez, cuando tenia 14 años, viajaba en un micro a un show, yo iba de suplente de un grupo de cumbia, tocaba la timbaleta. En el fondo viajaban unos pibes más grandes que yo que estaban tocando un tema de los Beatles, “ I’m looking through you”. Me encantó la melodía, me quería morir, descubrí que esa era la música que me gustaba a mí.
Me hice amigos de ellos y al poco tiempo toqué con uno de ellos en Las Piedras [el primer grupo de rock que integró Black Amaya].

¿Cuándo y por qué empezaste a tocar la batería?
A los 14 armaba y tocaba con tachos y cacerolas. A los 17 años mi viejo me compró una Rex y debuté con Héctor Starc en Las Piedras. Tocábamos covers de los Stones, año 1967. Tenía 17 años, no bailaba, no jugaba al fútbol, sólo me gustaba escuchar música y soñaba con ser músico.

¿Cómo aprendiste a tocar?
Mi formación fue gracias al Winco y a los amigos que compraban discos importados de bandas inglesas. Los pasaba mil veces hasta sacar el ritmo lo más parecido posible y ver muchas bandas del momento, todas tocaban rock and roll en los clubes del barrio.

¿A qué bateristas, argentinos o del exterior, admirabas?
A Charlie Watts, mi ídolo. Y a varios argentinos también: Moro, Rodolfo García, Rubén Basoalto, Javier Martínez, Juan Rodríguez y Pomo, de todos ellos trataba de aprender algo.

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“No pibe”, de Javier Martínez, es tu primera grabación, junto a Héctor Starc y producido por Billy Bond, en la prehistoria de La Pesada (1969). ¿Cómo recordás aquella experiencia? ¿Cómo era Billy Bond como productor?
Me acuerdo que Héctor Starc grabó el bajo y la guitarra. Después, Billy le agregó los vientos. Era un disco simple pero no tuvo mucho éxito. Billy también hacía su primera incursión en el rock. El era un tipo con muchas ideas. Después de tocar los fines de semana con él en su Cueva hacíamos los shows por el gran Buenos Aires. A veces nos tiraban monedas y nos gritaban ‘¡putos!’. Tal vez por el pelo largo.

¿En qué circunstancias conociste a Pappo?
Héctor Starc me llevó a su casa, en La Paternal, y me presentó como su baterista. En la cocina estaban Los Abuelos de la Nada tomando mate: Miguel Abuelo, Pomo y Alberto Abuelo [Alberto Lara, bajista de la primera formación de Los Abuelos de la Nada].

¿Qué batería usaste en Pappo’s Blues Volumen 1?
Una batería nacional que me prestó un batero uruguayo, Willy Cáceres. En ese disco hay un tema que se llama “Adiós Willy” y se refiere a él.

¿Cómo fue la grabación de aquel disco?
Muy simple: Pappo pasaba por mi casa, entrábamos al estudio a las 8 de la noche y nos quedábamos hasta la madrugada. El me mostraba los riffs y yo le ponía el ritmo.
Después llegaba Davies [David Lebón] y le ponía el bajo. Pappo terminaba los temas en el estudio. La consola era de dos canales. Para grabar la voz Pappo se tapaba con los separadores (biombos), para que no lo vean, era su primer disco como cantante y supongo que además lo hacía porque era muy tímido.

¿Cómo conocés a Spinetta y te ofrece a ser parte de Pescado Rabioso?
Nos conocimos en la casa de Pappo, en una zapada. Ahí nos dimos los teléfonos y cuando Pappo se fue a Londres lo llamé enseguida. Nos juntamos con Luis en su casa y me mostró “Blues de Cris” y otros temas. Para mí era toda una experiencia tocar su música. Al poco tiempo se armaba Pescado Rabioso. Cuando Pappo regresó de Londres yo ya estaba con Pescado. A veces Pappo nos venia a ver a los conciertos y él me gritaba: ‘Negro tocate una balada’. Era muy celoso.

¿Qué música escuchaban en la época de Pescado Rabioso?
Nuestros gustos, en general, eran parecidos. Tal vez Luis escuchaba más a Jethro Tull, Beatles, Elton John, Frank Zappa o Jimi Hendrix. Bocón Frascino [bajista original de Pescado] y yo escuchábamos más blues y rock and roll. Pero los tres nos matábamos con Led Zeppelin.

¿Qué baterías usaste en Desatormentándonos y en Pescado 2?
Empecé con una Colombo, después grabé con Caf, Pearl y Ludwig. Usaba platos Istanbul y luego Zildjian.

Es común oír que la mejor época del rock argentino fue entre fines de los ’60 y mediados de los ’70. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Puede ser, yo también pienso lo mismo, sobre todo si lo medimos con lo que pasa hoy. A partir de los Beatles llovieron bandas del pop inglés y la cosa creció todavía más después de los ’70. Cuando conseguías un disco de una buena banda aparecía otra y después otra. Había de todo y para todos los gustos. Todos tenían su identidad y los músicos tocaban cada vez más y mejor. Todo eso repercutía en Argentina. La trayectoria de un grupo local era de dos años. Después, chau, armabas otra cosa. Fue una época de mucha creatividad, algo que hoy escasea bastante. El rock argentino no creció, está para atrás, no hay ideas.

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¿Por qué muchos de los músicos de la primera y segunda generación del rock argentino perdió protagonismo en los medios y en los intereses de los sellos discográficos?
Porque la culpa la tenemos muchos de nosotros. Algunos se creen que todavía siguen en los ’70. No se renovaron: ni componiendo temas nuevos ni tampoco uniéndose a músicos jóvenes, cosa que Charly y Spinetta sí lo hacen. Yo toco con músicos jóvenes hace mucho tiempo y en mi quinteto hay músicos que tienen entre 30 y 37 años. Después están los productores y los monopolios que lo único que les importa es la guita, nunca la música. El público es subestimado por los supuestos rockeros que le cantan a sus pobreza mientras ellos siguen grabando hits berretas para ser famosos. Pero todavía hay gente a la que le gusta la buena música y todavía hay músicos.

¿Cuáles son tus tres discos preferidos de todos los que participaste?
Blues Local [Pappo, 1992], Desatormentándonos [Pescado Rabioso, 1972] y Concarán [Black Amaya Quinteto, 2006].

¿Cómo fue el reencuentro con Spinetta durante un show tuyo en abril del 2007? ¿Pensás que algún momento Pescado Rabioso puede volver a tocar?
Fue un encuentro con un maestro del rock de verdad, un hermano de ruta, un ex compañero muy querido. Hacía 34 años que no tocábamos juntos, fue muy emocionante. Yo creo que sí, que Pescado puede volver a tocar. Ojalá nos juntemos, tenemos unas grabaciones de la época de con 6 temas inéditos que jamás los grabamos. ¿Te imaginás si regresa Pescado con disco nuevo? Pero ojo que no lo haríamos por la guita sino por el hecho de tocar juntos otra vez.

¿Cómo surgió la idea del Black Amaya Quinteto?
Mi último trabajo como sesionista-amigo fue con Hilda Lizarazu. Yo ya tenía el quinteto armado y tocaba lo que siempre quise tocar. Es una síntesis de mi carrera: rock and roll y blues. Yo aposté a Hilda pero ganó el quinteto. Me puse a componer, a darle más bola a mi música y conseguí buenos músicos y buenas personas. Juntos hicimos el disco Concarán.

¿Cómo estás equipado actualmente?
Tengo dos baterías: una Paton, de un luthier que se llama Bonnie, y mi querida alemanita, una Sonor que compré tocando con Pappo y no la vendo más. Uso palos Quicktension y, desde hace años, toco con Zildjian.

¿Cómo es la vida en Concarán? ¿Es hacer realidad lo que postula la canción “Una casa con diez pinos” de Manal?
La vida acá es la que soñamos con Gaby, mi mujer y productora de mi disco. Campos verdes, aromas naturales, dos caballos y un potrillo, dos ovejas, cinco perros, un gato medio montés. Toco mucho la guitarra, escribo más letras, me levanto temprano, veo las sierras por la ventana. Tengo unos vecinos buenísimos, en el pueblo la gente me quiere, tengo alumnos y un programa de radio llamado “Rock en el Valle”. La casa se llama “Viento rojo”, como el tema de Gabriela. Salgo cuando hay shows pero vuelvo rápido. Es una casa sin pinos pero igual atrapó.

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