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Bob Dylan: un expedicionario musical

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Hablar de Dylan es entrar en un territorio muy especial. En primer lugar porque su nombre es inmensamente popular, todo el mundo conoce su rostro y ha escuchado algunas de las canciones más famosas de su extensa carrera, es uno de esos nombres que generan prestigio y respeto; pero, pasando esta primera barrera es reducida la gente que conoce su obra un poco más a fondo. Ingresa entonces a esa extraña categoría de conocido-desconocido.

Lo asombroso en Dylan es que toda su vida estuvo a la vanguardia de movimientos artísticos, que, en la medida en que éstos se iban masificando, él se desmarcaba y seguía siempre adelante, fiel a su camino. Nunca se quedó demasiado fijo a la seguridad-estabilidad que le proporcionaba un determinado lugar, tal vez sea ésta una de las primeras claves. Esta virtud de “Forever young”, como escribió hace décadas, le fue proporcionando una extraordinaria permanencia a través del tiempo, convirtiéndolo en el más grande artista viviente en el mundo de la música. Pero, ¿de dónde viene Bob Dylan?

El camino del Arte
“Mi ambición era salir y encontrar un viaje de aventuras para llegar a casa. Me propuse encontrar el hogar que había dejado tiempo atrás y no pude recordar exactamente dónde estaba, pero iba en camino. Y encontrando lo que encontré en el camino, fue como imaginé todo. En realidad no tenía ninguna ambición. Nací muy lejos de donde se supone que debo estar, y por eso voy camino a casa...”. (Comienzo de No direction home, film de Martin Scorsese sobre Dylan)

Bob Dylan nació en Duluth (Minnesota), pero tempranamente sus padres se mudaron a Hibbing, una ciudad minera en pleno y conservador Medio Oeste Norteamericano. Su padre poseía una casa de electricidad. Comenzó a tocar la guitarra a los diez años, en un instrumento que el padre había comprado.

En el living de su hogar, desde un gran mueble de caoba, una radio-tocadiscos emanaba la música que le cambió el destino, o lo puso en su verdadero camino. Esta era una de las pocas salidas que podía tener un joven de posguerra en la chatura de un pueblo rural del interior de los EEUU.

La música popular norteamericana poseía una variedad y riqueza extraordinaria que poco a poco se convertirían en las raíces de toda lo obra dylaniana. Bob empezaría a descubrir el estilo rural de Hank Williams, entre otros intérpretes, cruzado con el crudo y enérgico Blues de Muddy Waters, o la potente voz de Odetta, ligada también a la tradición gospel. Ya por aquel entonces priorizaba por sobre todas las cosas el sonido de los intérpretes.

Más tarde, la explosión del rock and roll en los años ‘50 es decisiva en su temprana formación, y allí es donde arma sus primeras bandas locales. Debuta en un acto escolar tocando el piano de una forma bastante salvaje para la época, marcando fuertemente tresillos con la mano derecha y el director del establecimiento secundario le cancela el show. El oído medio de la gente por aquel entonces estaba muy edulcorado con melodías melosas de posguerra.

Tiempo más tarde se anota en la universidad de Minnesota, pero no asiste a las clases, toca toda la noche y duerme por las mañanas.

Aparece en su camino un faro fundamental: la literatura de Jack Kerouac, uno de los pioneros de la Beat Generation, visionario del absurdo de la civilización, para quien los únicos interesantes eran los locos, los locos por vivir, los locos por hablar, por ser salvados, deseosos de todo al mismo tiempo, los que nunca bostezan. El joven Bobby rápidamente encuentra por fin a un grupo de pertenencia y una literatura que será determinante para su obra. Para muchos, Dylan es el que traspasa al Rock el fuerte contenido del movimiento Beatnik (ver páginas 16 – 18).

También la música Folk es su escuela sobre la vida y la gente, instituciones e ideología; todo veía reflejado en su archivo. Aprende nuevas canciones de los discos con una memoria prodigiosa, mitando de sus ídolos los gestos, los códigos y todo lo que está a su alcance. Cambia su nombre verdadero (Robert Zimmerman), tomando el del escritor y poeta Dylan Thomas, tal vez por provenir de un medio antisemita como el Midwest.

Sin dudas la influencia determinante en lo musical fue el descubrimiento de Woody Guthrie. Este era un trovador legendario que había recorrido todo el país cantando para los pobres, los marginales, los oprimidos. Woody Guthrie le marca el camino que él quiere transitar, las canciones que quiere tocar, el contenido y el sonido buscado. Bob quiere cantar eso. Cruza el país hasta la costa este para conocerlo, y visitarlo en el hospital donde estaba internado enfermo del Mal de San Vito. Sin embargo la reclusión en un psiquiátrico parecía casi una venganza del sistema. Esta experiencia iniciática impresiona profundamente a Dylan y de allí nace su primera canción “Song for Woody”. Guthrie es uno de los primeros en reconocer las virtudes vocales de Dylan en una
época en donde se decía que no podía cantar. Simplemente dijo: “El sí puede cantar”.

Recala en el legendario barrio neoyorkino del Greenwich Village. Pasa a un nuevo nivel de aprendizaje en la música popular tocando en el Bar Gaslight y participando de las lecturas beatniks. Dos meses después, al volver a Minneapolis, imitaba a la perfección a sus héroes, tocaba fingerpicking (ver página 32) y armónica en segunda posición o crossharp (aspirando), una técnica propia del Blues. Instalado definitivamente en NYC consigue su primer contrato de grabación para Columbia, algo impensado para un cantante Folk debido a la masiva importancia del sello. Mientras tanto y en forma totalmente anárquica Bob devoraba libros en casas de amigos: Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Lucero, John Locke, y digería los visionarios de la ilustración. También estaban entre sus preferidos Verlaine y, por supuesto, Rimbaud. El ruido de los trenes, los furgones, grandes vagones que transportaban hierro, mercancías o pasajeros, los cruces de caminos, las campanas de las iglesias, se mezclarían en un cóctel poderoso e imprevisible y se volvería materia prima de su obra posterior.
El resto, tal vez, sea historia conocida.

El estilo Dylan
En cuanto a su forma de tocar citamos a Eric Clapton: “Su manera de tocar es totalmente híbrida. No tiene sentido musical para el erudito. A primera audición todo lo que hace es desesperanzador. Luego mirás atrás y te das cuenta que hizo exactamente lo correcto”. Todo dicho. Su guitarra posee una rítmica indestructible y un interesante fingerpicking sobre todo en sus comienzos. También es muy frecuente el uso del capo para adecuar el tema a la voz y las afinaciones abiertas, ya presentes en The freewheelin’ Bob Dylan y destacándose en Blood on the tracks.
La armonía es principalmente basada en lo diatónico en tonalidades mayor y menor.
Siempre tuvo el olfato para elegir músicos extraordinarios e incluirlos en el concepto de banda y de arreglo en función de la canción.
Dylan fue el primero en asumir una forma de cantar (luego en el rock lo hizo todo el mundo) fuera de los cánones convencionales de lo que es tener una “buena voz” y “cantar bien”. Desarrolló un sinfín de sutilezas y matices expresivos en el “decir”, más cercano a la palabra hablada.
Sus letras generan una apertura que produjo una enorme fuente de inspiración en muchísimos artistas.

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