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Buenos Aires Bob's blues: Llega Dylan

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En mayo de 1991 se anunció el debut de Dylan en nuestro país con dos shows en el estadio Luna Park. Además, Bob cumpliría 50 años en Buenos Aires. Pero por problemas de agenda debió postergar sus actuaciones para agosto del mismo año con cambio de escenario incluido: los shows se realizarían finalmente en el estadio Obras. Se llegó a comentar con cierta malicia que Bob Dylan se negaba a actuar en el país porque corría la información que Argentina se veía afectada por una epidemia de cólera.
Así las cosas, Bob sopló las 50 velitas quién sabe en qué rincón del planeta y se presentó en el por entonces llamado “templo del rock” con tres funciones con entradas agotadas (el 8, 9 y 10 de agosto) ante un público que vio a la leyenda en carne y hueso. Luego de que Celeste Carballo funcionara como acto de apertura con un breve set solitario y acústico, Robert Zimmerman junto a su banda se despachó a piacere con los clásicos de su extensa trayectoria pero tocados en otro ritmo, en otra velocidad y Dylan las terminaba dónde y cuándo quería. En el comienzo del concierto volaron las sillas ubicadas en el campo de Obras para que pudiéramos estar más cerca del mito, que una sola vez nos miró, quizás riéndose de nosotros.
La última noche, la del sábado, fue coronada con una chica muy linda de look hippie que llegó hasta el borde del escenario para arrojarle rosas rojas que cayeron muy cerca de Bob... tan cerca que no dudó en pisarlas sin darle la más mínima importancia a la bonita ofrenda. Un acto que nos hizo recordar que Woodstock ya era definitivamente una época lejana. Esa noche me pareció que Dylan fue más punk que los punks que lo criticaban en los ‘70 y que para seguir en la ruta no estaba interesado en recordar su enigmático pasado.
De hecho, venía de editar un par de muy buenos discos: Oh mercy y Under the red sky. Con “Like a rolling stone” como cierre y con espectadores que silbaban por no haber tocado “Blowin’ in the wind”, Bob se subió a una camioneta con sus músicos para partir hacia otro escenario de este planeta. La noche de su tercer concierto ya era mítica la anécdota que contaba que había ingresado a Obras caminando (algunos dicen que caminó desde los lagos de Palermo).
En abril de 1998 recibimos la noticia inesperada de que Dylan nos visitaría por segunda vez, en esta ocasión acompañando a los Rolling Stones en los dos últimos shows de una serie de cinco, en River. Un año antes, Time out of mind fue mundialmente aclamado por crítica y público aunque, debido a un extraño virus hallado en su corazón, estuvo a punto de reunirse con Elvis.
Luego de una bizarra recepción en Ezeiza (tuvo que tomar un taxi al hotel ya que nadie de la producción del evento lo vio bajar del avión), apareció sobre el escenario cuando todavía era de día, con su voz cascada y ante una audiencia que en su gran mayoría desconocía su obra.
Confieso que me deprimí. Su banda sonaba contundente pero el bajo volumen conspiraba de la peor manera y era evidente que Bob no disfrutaba desde el escenario. A mi lado, en el campo de juego, tenía a jóvenes con jeans jardineros que vociferaban: “éste es el que hizo ‘Like a rolling stone’”. Justamente ese himno del rock devolvió la emoción a mi cuerpo cuando en el medio del concierto de Jagger, Richards y cía. Dylan subió al escenario para interpretar el tema antes mencionado. (Fue la segunda vez que Dylan y los Stones compartían un escenario. El antecedente había ocurrido en 1995, en Montpellier, Francia, durante un concierto de los Rolling Stones y con la misma canción.) ¿Bien tocada o no? ¿qué importa?, éramos testigos de un momento casi único.
Se fue de Argentina luego de visitar (y realizar una importante donación) el Hospital de Niños de Buenos Aires. Se habló de un show gratuito en Puerto Madero que nunca se concretó. Diez años después, como dice nuestro poeta Andrés Calamaro, Dylan se acerca al barrio de Liniers (también Córdoba y Rosario) y se escribirán varias páginas que explicarán si vino en taxi, caminando, vestido de millonario estanciero o en jogging.
Modern times demuestra que está más vivo que nunca. No importa si no toca “Blowin’ in the wind”.

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