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Catriel Ciavarella: la locomotora de Divididos

Catriel Ciavarella

Entrevista y producción periodística: Luis Mojoli & Hernán Osuna
Fotos: Ignacio Arnedo

Divididos siempre tuvo entre sus filas a grandes bateristas. Catriel Ciavarella no es la excepción. Afianzado en el trono percusivo del trío desde hace 17 años, Catriel empuja los límites rítmicos con fuerza, solidez, fills explosivos y energía sorprendente.

La firmeza de su base se adhiere como el pegamento a las líneas de bajo de Diego Arnedo y las explosivas guitarras de Ricardo Mollo que, junto con su portentosa voz, conforman esa máquina inoxidable, robusta y temible como un tanque soviético en las afueras de Berlín circa 1945, denominada Divididos. La Aplanadora del Rock.

Insam

 

Hace rato que REC Or Play quería encontrarse con el baterista del trío y la oportunidad surgió en medio de un marco atípico: la vida en pandemia. Por tal motivo, la entrevista comienza en torno a cómo es brindar shows bajo normas de distanciamiento social y protocolos sanitarios.

Luego de esa intro, es hora de meter un fill atronador como el del principio de “Perro Funk” e ir más a fondo: los inicios de Catriel en la batería, su carrera en Divididos, el set Ludwig y los platos Paiste que utiliza; cómo un cambio de filtros lo llevó a escucharse mejor a nivel sonoro, lo apasionante de sus shows junto a Mollo y Arnedo y por qué no se sentiría cómodo dictando una masterclass.

Acariciando lo áspero, el sábado pide un groove de Catriel Ciavarella. Aquí va.

Catriel Ciavarella

Estuvieron bastante tiempo sin verse debido a la pandemia.
Varios meses. Y en septiembre del año pasado nos reencontramos, fue fantástico. Lo normal es que nos veamos semanalmente sin interrupciones así que tanto tiempo sin vernos se hizo realmente largo. Apenas empezó el aislamiento, Ricardo me mandó un tema con imagen y audio y me dijo que pruebe a ver qué pasaba si tocaba arriba de él, después Diego grabó el bajo; el tema es que sin click es mucho más engorroso tocar arriba de una guitarra y una voz que si el guitarrista y el bajista tocan arriba de lo que grabó el baterista. El primer tema quedó así, medio movidito, pero ahí se empezó a armar algo que después fuimos mejorando. Al principio nos preguntaban mucho “¿Qué programa usan para hacer esas cosas?” En verdad no era ningún programa. Yo primero grababa con la batería electrónica en un estéreo, y me filmaba tocando, después le mandaba por separado audio e imagen a Leopoldo, que es el chico que trabaja con nosotros filmando y editando todo nuestro material que se ve en las redes. Él pegaba el audio con el video y se lo mandaba a Ricardo, que se filmaba tocando y cantando con el teléfono, arriba de lo mío, todo grabado de aire. Y después, ya empalmada, batería, guitarra y voz, Diego hacia lo mismo con su teléfono y así se sumaba el bajo. Fue un método rústico al principio, pero que empezó a funcionar y a disfrutarse también. Así que pensamos: “Che, qué bueno que podamos hacer esto, encontrarnos también de esta forma”.

Fue una manera distinta de grabar y hacer música...
Sí, y de encontrarnos de un modo diferente. De comprobar y confirmar la química a la distancia. Pensábamos qué tema hacer y yo grababa la batería, solo, de memoria, sin tocar arriba de un disco ni nada. Era tocar la batería cantando la canción en mi cabeza e imaginando las partes, raro pero divertido, entendiendo y aceptando las limitaciones que había. Poco a poco fuimos mejorando; en los primeros temas Ricardo ni siquiera usaba micrófono, cantaba de aire. Yo no tenía mucho que inventar más allá de armar un sonido que me pareciera acorde al tema elegido, porque la batería eléctrica salía de manera digital, pero ellos le fueron tomando a su vez la mano a la distancia y mejoró muchísimo. Tanto es así que a algunos de los últimos temas Facundo Rodríguez ya les hizo un pequeño mastering. También se sumaron distintos invitados, dependiendo el tema, grandes artistas que se sumaron desde sus casas dedicándole tiempo y amor, eso le dio un color distinto y particular. De todas maneras, la idea era que sea algo bien casero, sin mucha producción, bien crudo y auténtico.


La vuelta de Divididos a los escenarios se dio en el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito de Rosario. ¿Cómo fue ese reencuentro para tocar en vivo?
Ese primer show en Rosario fue hermoso. Porque hay algunos momentos en que uno piensa: “los shows en vivo no vuelven más.”. Así que te imaginarás lo emotivo del momento. Se respetaron muy bien los protocolos, lo mismo en los shows del Opera de Buenos Aires. Divididos tiene esa cosa de lo popular, de la gente arengando, pero si lo sacás de ahí también hay tres tipos tocando y la gente puede mirar un show sentada. En los Opera fue notable cómo nadie siquiera se sacó el barbijo. Hay que agradecer esa predisposición y acompañamiento infinito de nuestro público.

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¿Cómo fueron tus inicios con la batería?
A los 11 años fui a ver un show de Divididos al Estadio de Obras y me voló la cabeza la batería. Escuchaba mucha música de chico, me volvía loco Soda Stereo. Pero cuando vi a Divididos y a Federico Gil Solá, el baterista de ese momento, fue otra cosa. Una banda muy humana, muy de rock, súper cercana. En ese entonces era más marcada la diferencia entre el rock y el pop. Soda era pop. Seguramente me pasó lo que le pasa a mucha gente viendo a Divididos, la banda tenía y tiene una humanidad y una cercanía muy particular. Ricardo mira a la gente a la cara, les habla, intercambia sonrisas y emociones. Diego, con toda esa aura misteriosa, siempre como introspectivo, como si tuviese un vínculo muy ancestral con la música, el bajo y sus equipos. Y la parte que tiene y tuvo la banda siempre, eso de que la tocada en sí tenga mucho lugar, que cada integrante tenga tanto espacio.

¿Qué te llamó la atención en ese momento de Federico Gil Solá?
Gil Solá era imponente para lo que era la batería en la Argentina. En tiempos donde los bateristas estaban copados con lo que llamábamos fusión y baterías armadas con mucho tom chico, platos inclinados, el baterista prácticamente tapado por la batería y una tocada si se quiere más pretenciosa o “de elite”. En cambio, él apareció con ese estilo de baterista de rock norteamericano de los 90´s, bien palero. Además, era muy alto y la batería armada simple y más bien baja hacía que quede muy expuesto, tenía un poco de los bateristas de los 70´ de acá y otro de los bateristas norteamericanos de los 90´, con ese palo medio de banda grunge y a la vez algo de funk. La batería sonaba fuerte. En aquel entonces, Amílcar Gilabert era el sonidista y tenía ese concepto de tambor con reverb, bien alto, con mucho volumen en la batería. A mí eso me voló la cabeza. Ponele que ese concierto fue un sábado, yo el lunes me armé una batería con latas y empecé a tocar arriba de los temas de Divididos. Después fui reemplazando las latas por partes de batería, primero el tambor, luego el hi hat, y así fui sumando hasta tener un kit completo.

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¿Cuáles fueron tus influencias ?
Pasó lo que seguramente le ocurrió a muchos bateristas de mi generación: empecé a comprar VHS de Dave Weckl, Dennis Chambers y muchos más. Siempre escuché mucho la batería. De Argentina me volvía loco Moro, también Pomo. De afuera, Ian Paice me volaba la cabeza, era tremendo. Lo loco es que al principio me gustaba mucho más que Bonham, que por no entenderlo, me parecía muy rústico. Después evidentemente lo escuché y lo comprendí desde otro lado, y se convirtió en ese faro inmenso e infinito. Luego, los bateros de Parliament Funkadelic y todo lo que sonaba a funk me gustaba mucho. Le di con todo a eso que seguramente me abrió mucho el espectro.


Cuando entraste a Divididos le pegabas realmente duro, en plan John Bonham en sus momentos más salvajes.
Sí, más que Bonham, un poco desequilibrado quizás. El tema es que justo antes de tocar en Divididos, estaba tocando en Nuca, una banda de Haedo. Y ahí el estilo era mucho más rústico. Estaba en plan batería cuadrada y muy fuerte. Entonces, cuando entré en Divididos tenía un poco en esa tesitura. También era algo que en un punto lo sentía así… Para mí la génesis de Divididos era salvaje, híper rockero, era lo que a mí me había conmovido de la banda y, quizás en los últimos años previos a mi ingreso, era un poco más cancionero: de un altísimo nivel musical, pero un poco más tranquilo. Con el tiempo fui reencontrándome con eso de tocar con más colores, enfocarme de nuevo en la técnica y en el instrumento en sí. De chico cuando estaba en MAM, había un bajista muy virtuoso que mandaba una fruta exagerada, y yo tocaba atrás de él, era fruta y arreglos por todos lados. Metía muchos arreglos raros con el doble pedal. El otro día encontré un casete de esa época de un show y meto unas metralletas con el doble para las que hoy debería practicar unas cuantas horas para hacerlo. Por muchos años eso quedó completamente en el olvido e incluso el doble pedal prácticamente no lo agarré más. Son momentos, suelo aburrirme mucho de mí mismo y de las cosas que toco. Por eso también voy mutando bastante.


¿Cuál fue tu primera batería?
Después de las latas, compré una Remo PTS de principiante. Traía los parches pretensados. ¿Por qué compré esa batería? Por no saber nada del tema. Volvía de la escuela, a los 13 años, y pasaba por un negocio de música en donde había una batería armada con un tom, un bombo y una chancha. Yo erróneamente pensaba que las baterías eran una sola cosa, de una sola forma, no sabía que uno podía comprar la bata con dos toms y sacarle uno. Entonces cuando vi esa configurada así dije “Listo, esa es mi batería”. Fui ahorrando peso a peso hasta que la pude comprar. No me lo olvido más: la pagué $250 en 1993. Lo loco que por muchos años no pude concebir la batería con más de un tom arriba, me daba como alergia, me parecía casi como prohibido para tocar rock. Más tarde, me pude comprar una Tama y después arranqué con Ludwig. Me fui comprando y armando sets de esa marca hasta el día de hoy.

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¿Qué es lo que te llevó a Ludwig, más allá del nombre y el prestigio de la marca?
Me terminó de cerrar Ludwig con Divididos, porque Ludwig tiene mucho volumen. Si la afinás, la respetás y no la llenás de sordinas y dejás que vibre, funciona tremenda, al menos para mí y para tocar esta música. Por otro lado, todas las bandas que me gustaban tenían esa batería y me encantan también por la cuestión estética, me gustan sus torres, colores y lo que representan esas viejas baterías: son las que yo veía, veo y escucho hasta el día de hoy. A nivel sonido, tienen mucho volumen, ataque, son muy cálidas y también tienen buenos graves. En definitiva, cosas que son muy difíciles de conseguir en un mismo instrumento. Por supuesto que no son todas iguales, las viejas Ludwig tienen una diferencia muy marcada en su construcción dependiendo el año.


¿Qué te dan las Ludwig en un contexto como el de Divididos?
En Divididos compito para escucharme yo, con tres cajas Ampeg, equipos de guitarras con un volumen tremendo y, por más que tenga mis monitores, hay algo que estos no pueden inventar: lo que me devuelve el instrumento mismo. Por más que ponga la batería al mango, si en su concepción sonora es comprimida, redondita con poco armónico, va a sonar fuerte. Ese casco me devuelve algo a mí: la Ludwig tiene mucha resonancia y volumen. He probado DW y otras marcas que son excelentes, pero me faltó eso que me da Ludwig. Y donde más se siente es en los shows en vivo; de todas formas, no me cierro a esa firma y nada más; hay marcas que en vivo no he usado y probablemente me funcionen. Por ejemplo, la Yamaha es una batería que utilicé algunas veces y me ha resultado muy familiar.

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¿Qué parches utilizás?
Uso una de las marcas grandes de parches, porque estoy sumamente acostumbrado a su sonido. En shows más rockeros (microestadios, galpones, los que tienen, por decirlo de alguna manera, peor acústica) uso parches de una capa, clear, con el refuerzo de punto negro, que resuenan más; tienen menos calidez, menos calidad si se quiere, poseen más medios y por ende más ataque y definición. Están muy bien para poder competir con volumen, los uso afinados más bien altos y ayuda también a que el sonidista los saque para afuera en medio de tanto sonido. En los teatros (con butacas) o lugares con mejor acústica uso parches arenados y los afino un poco más bajo. Las cosas se comportan de maneras muy diferentes respecto a la acústica del lugar. Me ha pasado de llevar la batería afinada igual de un show a otro porque estaba súper copado por cómo sonó, y en este nuevo lugar no me rendía ni un poco. Hay lugares súper secos y otros híper reboteros y brillantes. Es totalmente lógico que este instrumento tan acústico varíe tanto su resonancia. Obviamente todo esto es subjetivo y personal. Lo que busco en principio es lo que a mí me haga tocar más cómodo y que me devuelva más felicidad. Pero después está todo el laburo para que afuera suene lo mejor posible. A veces lo que es mejor para mí, no es lo mejor para el sonidista, y lo vamos charlando. Sé que a veces puedo resignar algo sin que me afecte y a él lo ayuda muchísimo.


¿Qué marca de platillos usás?
Uso Paiste. Tengo la suerte de tener el apoyo de esa marca que es la que elegí. He probado con otras marcas excelentes. Pero para Divididos me rindió mucho el timbre de Paiste. Los probé justo antes de grabar Amapola del 66 y nos impactó mucho la calidad que tenía en ese ámbito donde el detalle se deja oír. En vivo tienen un gran volumen, lo que me permite estar a la altura del enorme sonido que tenemos en el escenario. Sobre todo, en los shows grandes y al aire libre, donde esas frecuencias prácticamente se vuelan. Ahí, los modelos duros de Paiste, los Power Crash 2002 o Signature ayudan muchísimo. En los teatros elijo modelos un poco más livianos para que se hagan más controlables.

La elección va más allá del gusto personal, en relación a lo que estás tocando.
Exacto. Yo en mi casa o en un bar puedo tocar con otras cosas que me recontra rinden, pero en Divididos, con ese contexto y con ese volumen, me funciona mejor esto. Depende también del contexto.

Para el show en vivo es fundamental la relación sonidista-baterista.
Sin ninguna duda, hay que ser abiertos y receptivos a la hora de ver distintas variables en torno al sonido. La idea siempre es pasarla bien yo y que para afuera esté lo mejor posible.

¿Cómo te manejás con el tema de la afinación? ¿Te ayuda algún drum doctor?
No, afino yo. Tengo mis baterías y mis tambores, y traté de hacerme con todas las medidas que me sirven para tener variantes a la hora de grabar. Por lo general tengo claro lo que quiero, y al poder usar mis cosas, el camino está más allanado. Grabar en nuestro estudio también ayuda mucho, uno ya sabe un poco más qué rinde y qué no. Obviamente es un camino infinito, uno cree que llega a una verdad que es totalmente relativa y subjetiva. Y por otra parte afinar y ocuparme de todo eso es algo que me divierte y no me genera ningún desgaste adicional.

Hace ya 17 años que estás en Divididos. Durante este tiempo editaron Amapola del 66, un disco en vivo y regrabaron 40 Dibujos Ahí en el Piso bajo el nombre de Haciendo Cosas Raras. ¿Por qué pasa tanto tiempo desde la publicación de un disco a otro?
Yo entré a Divididos justo en el último año en que estuvieron con una compañía discográfica. El sello es el que te hace firmar un contrato y eso implica que tenés que grabar cada uno o dos años. Al no estar eso, y al ser una banda con una trayectoria tan extensa, creo que no existe esa ansiedad por el nuevo disco. Por otro lado, cuando yo ingresé a Divididos empezamos a tocar muchísimo en vivo. Y el que nos ve seguido sabe que cada show es un mundo distinto, de mucha novedad desde lo interpretativo y de suma intensidad. De todas formas, siempre hay cosas nuevas dando vueltas. Pero no hay apuros ni presiones. Mi observación también es que ellos vivirían arriba de un escenario. Diego y Ricardo realmente aman tocar, encontrarse con el público en todas partes del país, y ahí la verdad es que no importa si el tema es nuevo, viejo o lo que sea. Esta situación de tanto show, tan intensos, y tanto viaje seguramente hace que el laburo que requiere un disco se disperse un poco más.

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¿Qué canciones destacarías de esta nueva etapa?
De Amapola del 66 hay varias, pero sin dudas la que más me gusta es la canción homónima del disco. De lo último hay un tema nuevo, “Cabalgata Deportiva”, que me gusta muchísimo. Y la regrabación del primer disco me encantó cómo quedó. Ese primer disco tenía y tiene unas canciones geniales, las letras quizás sean de las que más me gustan de todas las que escribieron. Así que poder grabarlas de nuevo fue un regalo hermoso.


Tu bombo suena muy suelto. ¿Cómo solés afinar ese parche y cuál es tu concepto de afinación general de la batería?
Bueno, yo quiero que suene a bombo y no a un cascabel. Más allá que casi siempre uso bombo de 26, que de por si tiene más aire, el punto diferencial más importante está en el parche. Uso un parche arenado de una capa; ya prácticamente no se usa en el bombo. Eso hace que suene más el casco que con el parche que se usa casi por default hoy y desde hace varios años en el bombo. Este fue un gran invento. Posibilita que todos los bombos suenen bien, pero también le saca personalidad al casco, estandariza todas las baterías. Tiene un grave muy fácil y redondo y también un kick alevoso, es como que está pre ecualizado en agudos y graves, dejando afuera los medios. Esto tiene algo a favor de los sonidistas, le ponés un micrófono y salís de taquito. Les es muy fácil sacar el bombo para afuera. El tema es lo que te decía, suenan todos muy parecidos. Yo trato de pelear con eso, por eso le busco la vuelta al bombo para que tenga personalidad. Obviamente tratando de no complicarle mucho la vida al sonidista. De hecho, hace algunos shows cedí y le estoy poniendo este parche. Eso pasa un poco con toda la batería. Las escucho muy preparadas para el PA. Están sonando bajas de volumen, porque están asordinadas o tienen parches que suenan con menos volumen. Y yo quiero que la batería suene.


Suenan muy apagadas, a veces…
Sí, y además quiero que el bombo tenga el volumen parejo con el tambor. Cuando estás en festivales y te ponés al costado de las baterías, suenan apagadísimas. A mí no me gusta mucho eso: no quiero entregarle una batería casi muda al sonidista y que todo quede en manos suyas. Y por otro lado necesito escucharme. Antes, cuando el PA casi no existía, la batería se ecualizaba sola. El bombo sonaba abierto, porque tenía que competir contra el tambor, los vientos, etcétera. Después, el bombo se empezó a achicar de volumen, porque se descontó que se amplificaba: empezaron a venir los parches doble capa y se muteó mucho con frazadas. En los 90s ibas a las salas de alquiler y si no amplificabas el bombo era imposible que lo escuches. Se le ponía ese horrible parche mal llamado hidráulico doble capa que era un espanto. ¡Todos le poníamos eso!
Ahora que tengo Instagram veo a muchos bateros grabándose, tocando solos, y escucho que en algunos casos el bombo paso a ser una frecuencia aguda más que grave.

Puro kick.
Sí, pareciera que la referencia de escucha es el teléfono donde obviamente rinden más las cosas que son puro ataque, pura definición, entonces ponen el bombo súper agudo. Al tom y al tambor le colocan cualquier cosa arriba para que lo apague por completo. Entonces lo que suma ahí es el parche, “tuc tuc, tac tac”, el casco ya no está haciendo casi nada.


Siempre estás evolucionando con la batería ¿Por dónde pasa, hoy por hoy, tu lado más creativo con el instrumento?
No lo sé a ciencia cierta, la verdad es que me aburro de mí y de las cosas que toco bastante rápido. Así que es normal que vaya cambiando las posturas, el enfoque y también lo que toco.


¿Qué técnica utilizás para mantener tu toque de mucho volumen y evitar lesiones? ¿Usás Moeller?
Diría que hago algo bastante similar. No he trabajado técnicas puntuales, por ahí me voy dando cuenta solo de la soltura que necesito. Es como en el tenis o cualquier actividad física que tenga una técnica probada. Si hacés las cosas bien y relajado, es mucho más difícil que te lastimes.

¿Te incidió en lo físico?
Si, seguro; me canso menos ahora que hace 15 años. Tenía mucho también que ver por cómo me escuchaba: desde hace algunos años utilizo los filtros Esunico con los que escucho muy bien. Los hace un chico de Córdoba, son de silicona, al molde, y te cierran casi al 100 por ciento. No es como el in-ear, en los que te queda entrando sonido. Me deja todo en unas frecuencias hermosas, me baja mucho el volumen, pero la batería suena muy linda y escucho bien. Tocás como escuchás: antes sentía todo muy fuerte y caótico, lo que me llevaba a tocar de esa manera. Ahora, por suerte, escucho todo lo que toco y la técnica mejoró muchísimo. Estoy encontrando mucha soltura en cuanto al grip: prácticamente siento que los palillos están sueltos dentro de la mano. No hay presión con los dedos; la fuerza viene de la técnica y de la soltura.


¿Qué bateristas internacionales y argentinos destacarías?
Te nombro los que me inspiraron de chico, porque si no la lista puede ser muy larga. Los primeros fueron Ian Paice (Deep Purple) John Bonham (Led Zeppelin), Ringo Starr (The Beatles) John Densmore (The Doors), Mitch Mitchell (Jimi Hendrix). De acá, Charly Alberti, Oscar Moro, Pomo, Black Amaya, Daniel Colombres, Rodolfo García, Jota Morelli y obviamente Gil Solá. Todos bateristas de bandas y solistas que me gustaban. La verdad es que el cariño o la admiración al batero siempre estuvo alineada al gusto por la banda en la que tocaban. Esos fueron los primeros que vi y seguramente los que más me influenciaron. Después vinieron muchos otros, y de la actualidad hay muchos de los nuestros que son increíbles.

¿Cómo fue tu formación baterística?
Estudié unos dos años en el SADEM. Pero mi mayor formación fue tocar casi desde el día uno con bandas, con gente mucho más grande que yo. A los 15 años ya tocaba en MAM con Omar Mollo, un genio con un talento inmenso, obsesivo del tempo, que con unas onomatopeyas muy elocuentes te mostraba que había otra forma de hacer un feel o un ritmo, y que a la vez te daba esa libertad interpretativa que es la que encuentro también hoy en Divididos. Te permite dejar volar tu imaginación y creatividad. No te traen un demo y te dicen “toca esto” o algo así.


¿Cuánto de técnica y cuánto de expresión?
La técnica al servicio de la expresión, diría yo. Pero la técnica en sí misma no es nada. Mejor dicho, no conmueve a nadie. Lógicamente cuantos más recursos técnicos, más facilidad para expresar las cosas. Es una estupidez negar que es fundamental para hacer esto, pero repito, la técnica por sí misma te puede convertir en un gran músico militar o un profesor de técnica, pero ser un artista es otra cosa. Es como los jugadores que uno ve entrar en calor y le pegan excelente a la pelota, la bajan de pecho extraordinario, hacen jueguitos, todo de maravilla, pero a la hora del partido no tocan una pelota. No entienden por dónde va el juego.


¿Cuánto tiempo necesitaste para sentirte en plena forma y adaptarte a Divididos?
Desde el primer día me sentí cómodo, creo que porque tengo mucha confianza cuando estoy tocando. Eso no quiere decir que no lo esté haciendo mal. Después me odio y me destrozo a mí mismo; hoy veo cosas viejas y pienso “menos mal que tenías confianza para hacer esas cagadas”. Pero la verdad es que al momento del show siento muchísima confianza, para mí es un momento de liberación y de expresión total. Ahora, desde el nivel técnico, físico y sonoro, te diría que recién hace unos 7 años encontré un gran confort. Fue cuando comencé a utilizar los filtros. Eso me permitió evolucionar, porque me empecé a escuchar bien y pude empezar a tocar mejor. Antes, más allá de esa confianza, por momentos estaba muy incómodo, como batallando con la situación.

¿Cuál es el tema que más te gusta tocar con el grupo?
El tema que me gusta tocar también debe gustarle a la gente. A mí me puede divertir mucho lo que hago con la batería en una canción, pero si no garpa mucho en el show, no me cierra. Lo que te aseguro es que hay algunos que están alineados con recuerdos de cuando era espectador y tienen una carga emotiva y especial. Por ejemplo, “Cuadros Colgados”. La primera vez que vi a Divididos en 1992 arrancaron con ese. Después compré el casette pirata del show y lo escuché sin parar por años. Entonces, pese a que para la batería quizás no sea el tema más “divertido” de tocar, el estar ahí, tocándolo con ellos, me trae un recuerdo emotivo y hermoso.

¿Te gustaría realizar masterclasses de batería?
Hay algo que personalmente me hace ruido en eso de ofrecer “enseñar”, lógicamente exceptuando a los verdaderos profesores. Como le dijo Bielsa a Zidane: “Uno nunca debe decir 'le enseño' ”. No me gusta mucho el músico poniéndose en ese lugar, onda “te puedo ayudar”. Respeto y entiendo perfectamente a quienes lo hacen, esto es algo que me pasa a mí y sé que es medio una pavada. Pero bueno, no me veo ofreciendo algo que lleve las palabras seminario, clínica, masterclass, etcétera. Sí me gustaría que me hagan todas las preguntas que quieran, ya sea gente a la que le gusta o no lo que hago.

Insam

 

 

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