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Daniel Melero: El presente es lo más barato que hay

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¿Cómo se conocieron?
Alfredo: Coincidimos por primera vez en la banda de Porchetto pero nos conocíamos de antes, en la época de Sacramento o cuando tocaba con Nito Mestre.

Siempre estás rodeado de proyectos. ¿Cómo se está desarrollando tu música durante este año? Tengo una especie de disco triple terminado, aunque también puede ser un doble largo. Me entusiasmé grabando en Circo Beat, fui sin un plan establecido y grabé muchas canciones en un día. Mariano Roger me consiguió una guitarra para zurdos y estoy entusiasmado. Es una guitarra Martin, no recuerdo el modelo. A su vez, también estoy con Interzona, un proyecto producido por Tuñón y Diego Rodríguez de Babasónicos. Es un disco acústico que vendría a ser un Babasónicos + Melero. Son doce canciones. Podría llamarse El encargado.

Es común oírte hablar de guitarras a la hora de escribir canciones. También estoy tocando con un guitarra Yamaha muy vieja. Fue uno de mis primeros instrumentos. Con las guitarras no tengo mucha memoria, me gusta más hablar de hockey. Con los teclados sí soy más detallista.

¿Cuál fue el primer teclado que tuviste? Todavía lo conservo. Un Yamaha CS5 monofónico, el más chiquito de Yamaha, análogo. En algún momento tuve que vender todos mis instrumentos pero de ese teclado nunca me pude desprender, era un chico molesto que iba a las casas de música y ése era el más barato. Lo compré en el año 1980.

¿Fue en ese momento que te relacionaste con músicos como Ulises Butrón, entre otros? Sí, fue ese mismo año. En realidad después de la guitarra acústica lo primero que me compré fue una consola y dos grabadores a cinta Revox. Yo estaba muy entusiasmado con un disco de Robert Fripp y Brian Eno llamado Evening star que tenía muchos loops. La consola y los grabadores para mí siempre fueron instrumentos. Recién después me compré un sintetizador. Tuve muchos, MiniMoog, Pro One -un aparato sencillamente increíble- y ahora tengo un MicroKorg que de los últimos años me parece un teclado explosivo, tan diferente que es demasiado, con mucho carácter y es muy difícil hacerlo sonar de una forma reconocible. Es buenísimo.

¿Te parece que hoy por hoy los instrumentos marcan una diferencia a la hora de escuchar un disco? Lo pregunto sobre todo porque el estudio de grabación ha mutado y lo podés tener todo en tu casa con una computadora y un mouse... Bueno, este aparato Korg se diferencia. Creo que cuesta 300 dólares, es barato. Termina siendo un color que está en muchos discos. Si alguien tiene 10 mil dólares lo va a comprar igual. Yo prefiero los instrumentos que son más modulables en el carácter. En ese sentido tal vez el instrumento más impactante que se ha hecho jamás es el órgano Hammond. Tengo un JV 800 que es una máquina que está discontinuada y realmente para mi es parte de una era.

¿Qué instrumentos recordás de los años en que tocabas con Los Encargados? Hubo varias etapas de la banda pero en general teníamos un sintetizador polifónico de seis voces que era tocado por Hugo Foigelman. Después teníamos el Pro One y el CS5 además de un pequeño secuenciador. Además la guitarra de [Alejandro] Fiori era sintetizada, de esas Roland que había antes, las más viejas de todas. La guitarra no era deforme, era como una Stratocaster que abría a un sinte.

Silencio (1986) es el primer lanzamiento de Los Encargados pero en realidad es el tercer disco grabado por el grupo. ¿Qué podés decir al respecto? Cuando terminamos el primer disco no nos pusimos de acuerdo con la gente que lo quería editar. Yo también era una persona más rígida y no supe como mantener una flexibilidad o una inteligencia para logra algo, aunque fuera de una forma que no quería. A la vez me pareció bien que no saliera en las disquerías y no sufrí. Conservo las grabaciones. Después produjimos un segundo disco pero nadie quiso editarlo.

Vos tenés los masters, ¿no pensaste en editarlos? No, a veces me lo proponen, pero siempre estoy preocupado por los discos que están por hacerse y creo que igual tarde o temprano van a ver la luz. Su tuviera la desgracia de morir me gustaría que hicieran una total explotación de mi persona post-mortem así entra más dinero a casa... que mi viuda lo aproveche. ¡Supongo que con ese dinero mi mujer podrá comprar un MicroKorg!

En realidad antes de Silencio formaste parte del disco Orquesta (1985) junto a Carlos Cutaia. Sí, el disco en realidad se editó dos años después de su grabación. Cambiaron la fecha para que no pareciera un disco viejo cuando lo más interesante es que ese disco se hizo en 1981 o 1982. Cutaia vino a vernos a un lugar muy chico en el que habíamos tocado y me convenció. De chico había visto a Pescado Rabioso y fue muy lindo porque me enteré de cosas que había visto y no había entendido. Yo estuve cuando Bocón Frascino se fue en el medio de un show y pensé que era una puesta en escena. Tenía 15 años. Vi muchos recitales que me marcaron... Los Gatos en el Pueyrredón de Flores, Almendra... Los Gatos sonaban mejor que otras bandas, tenían rodaje. Eran mucho más afiatados y tenían un frontman. Nebbia era una estrella, Spinetta era un músico, había una diferencia. Era muy impresionante. Recuerdo que Ciro Fogliatta tenía un teclado con decenas de cables, eran como armarios. En un festival del día de la primavera tocaron juntos Manal, Almendra, Los Gatos, Industria Nacional, Facundo Cabral, Carlos Bisso y Conexión No 5, Vox Dei con Carlos Godoy, pre-Biblia. La diferencia entre Los Gatos y el resto fue muy grande, lo demás sonaba muy chico. Me imagino el caos de la consola. Qué chiquito sería el rock en ese momento que todos esos grupos juntos metían 800 personas. La entrada incluía dos hamburguesas y dos cocas.

¿Se perdió algo en el rock argentino luego de 40 años? Me parece que todo es más ampuloso pero más corto de ideas. Las ideas son muy concretas. Antes en el rock había un proyecto de vida, ahora es un mini-emprendimiento, para decirlo en términos capitalistas. Creo que el rock ahora es muy capitalista en su pensamiento. Nada de lo que está pasando, esta degradación, era previsible. El capitalismo nunca pensó en el post-capitalismo. La meta del capitalismo es distribuir y eso nunca sucedió.

¿Cuál fue el espíritu con el que armaste el sello Catálogo Incierto? Catálogo funcionaba más como una anarquía. Se me ocurrió relacionarme con grupos que estaban fuera de la industria y merecían su sistema en un proceso propio. Fue en 1983. Tuvo un impacto interesante. Los casetes casi no se conseguían en las disquerías. Muchas veces en los lugares donde tocaban los grupos pegábamos carteles que decían que tal día a tal hora iban a venderse. Recuerdo una vez en Santa Fe y Riobamba. Era tomar una esquina y estar ahí. Muy divertido, como un tráfico de música. Nunca reeditamos nada porque funcionó para la gente que estaba en el lugar adecuado en ese momento. La mejor banda fue Los Corrosivos, mejor que esas bandas de los ‘80 a las que considero de clase media, como Metrópolis, Fricción, Clap o Los Encargados. También estaban Los Minilocos, que prácticamente vivían en casa. Pero Los Corrosivos tenían una potencia enorme. Tenían un muy buen cantante, Walter Temporelli, actual camarógrafo del canal América. Música post-punk con letras inteligentes.

¿Qué recordás de las sesiones de grabación de Silencio? Se grabó en Moebio. El horario era de 2 a 9 de la mañana, una tortura. Recuerdo que llegaba a casa a las 10 y el mínimo ruido me producía una crisis nerviosa. Igual lo disfruté. Estábamos en un muy buen momento, tan bueno que después de grabar el disco pensábamos que ya estábamos para separarnos. Habíamos llegado a nuestro máximo. En términos de producción artística es pésimo. Las guitarras están muy atrás, faltó un mejor horario de grabación. Se hizo en 120 horas. Lo grabó una mujer técnica de grabación, Laura Fonzo, nos elegimos. A mi me molesta que los técnicos sean tan rígidos. Cuando te encontrás con una mujer en terrenos de hombres es algo renovador. En realidad no sé si era tan renovadora, era más bien nueva.

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¿Cómo analizás tu participación en Oktubre (1986), el disco de los Redonditos de Ricota? Estuve dos días en las sesiones, no me acuerdo muy bien. Sé que está sobrevalorada mi participación. Quedó como un mito, estaban por llegar a Palladium. Yo dormía en los recitales de los Redondos, me aburría... iba porque cantaba mi ex mujer [Vivi Tellas] en dos canciones. Lo que más me divertía eran los camarines. Ahí había otro tipo de inteligencia y aparte tengo un gran aprecio por la Negra Poly y Skay. Recuerdo que en un lugar llamado Látex yo dormía en los asientos de atrás mientras ellos tocaban. Me dormía con los Redondos al toque, era mi mecanismo de defensa paro no escucharlos. Pero siempre me cayeron bien, muy inteligentes en los camarines. Después llegaron a los estadios y lograron lo que está a la vista. En general todos los músicos somos manipuladores y cuanta más gente te sigue más manipulador sos. En ese sentido no veo diferencias musicales entre Soda Stereo y los Redondos. La diferencia es que los Redondos montaron su propio kiosco. No veo nada muy diferente en cuanto a la política del espectáculo. En cierto sentido los Redondos son más convencionales que Soda y a las radios no les dio ningún esfuerzo difundir esa música post-new wave que hacían. Creo que era más difícil difundir Signos.

En una época te involucraste con Soda Stereo. ¿Cómo ves a la distancia aquella época? Yo hice el demo del primer disco. El disco que más me gusta es Canción animal [1990], ahí trabajé en el concepto. Después toqué con ellos en vivo en el Gran Rex y en la 9 de Julio ante 200 mil personas. Ese show fue el más fácil. La primera línea de gente estaba a 30 metros, muy lejos, a esa distancia es fácil mentir. No te ven, no saben lo que está pasando. Yo creo que sos bueno de verdad cuando podés tocar y tener la gente al lado tuyo. Tocar para una multitud es más sencillo.

¿Qué pasó en la época de Dynamo (1992)? Ahí hubo un quiebre en tu relación con la banda... Yo no lo disfruté. Compuse parte del material. Hay canciones de Dynamo que son sobrantes de Colores santos [1992, disco firmado por Cerati y Melero]. No me acuerdo ni de los títulos... Creo que ni lo escuché entero. Era difícil estar entre ellos porque se llevaban muy mal. Había fallecido mi papá el día que entramos a grabar. Lo único que los unía era el dinero y yo en ese estado, aunque tal vez ellos se llevaban bien conmigo. El problema era entre ellos. Con Gustavo armamos el disco y no hubo celos de Charly o Zeta, si no, no hubiera habido nada.

El disco Colores santos produjo un impasse en la carrera de Soda. Creo que se gestó con Cámara [1991], un disco que grabé en el que colaboró Gustavo. Cámara me parece muy bueno ahora. Antes no me gustaba pero hace poco lo escuché y me pareció impactante. El sonido es muy bueno. Lo grabamos con Diego Tuñón en Los Angeles. Volviendo a Colores santos creo que no lo escucho desde que lo hicimos. Como modelo tomamos a Screamadelica [1991] de Primal Scream con las guitarras de My Bloody Valentine. Gustavo no gustaba mucho de MBV pero lo convencí.

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Durante las presentaciones de Dynamo en Obras el público te insultaba y ya no estabas en la banda. ¿Por qué pensás que sucedió eso? Creo que el público en general no tiene flexibilidad. Hay que diferenciar éxito de fama. La fama es rígida, sos considerado de una manera. Cuando cambiás esa manera rompés la fama. La fama es algo que el que te la dio te la reclama. Por eso le costaba tanto a Soda manejar eso, habían ingresado en un territorio de fama que podría haber sido de popularidad y éxito. Y a la vez esa fama involucraba a la novedad y la innovación... ¡pero tampoco tanta! Dynamo no es tan arriesgado pero en un país donde la educación ya era un desastre en ese momento, la gente funcionaba por reflejo condicionado. Creo que hoy todo el mundo piensa que a mi me gusta Dynamo. Yo no encontré a uno solo de los 5 mil que me tiraron fruta en B.A. Rock. Todo el mundo me dice: “Yo vi cómo les tiraban futa... ¡a mi me encantaban!”. ¡Mentira! No te gustaban, bancátela, ¿qué problema hay? Dicen que Dynamo me encanta... ¡yo ni quiero escucharlo! Siempre es así. Es mejor pertenecer al presente que te perdiste. También por eso fue tanta gente a River [por el regreso de Soda Stereo el año pasado], fueron con culpa. Yo no fui, la gente fue con culpa, no fueron al Einstein, al Zero, no estuvieron. Se perdieron todo y pagaron una entrada carísima. El presente es lo más barato que hay, pero nadie quiere estar ahí. Todo quieren pertenecer y eso cuesta caro, pero tener estilo es económico. Para lo demás están los celulares y las tarjetas de crédito. Pertenecer es estar en el vagón de atrás, hay otro que maneja... ¡yo prefiero que me atropelle el tren!

Hablando de trenes recuerdo los clips del disco Travesti (1994), ambos se hicieron en una estación de tren y vos lucías una máscara de Frankestein. Los dos se hicieron el mismo día, “Resfriada” y “Quiero estar entre tus cosas”. Me hicieron bolsa la cara, me pegaron la máscara con la gotita. Travesti es mi homenaje al viejo rock argentino, antes de La Pesada o Vox Dei. Tiene una mirada a las baladas de guitarra de Spinetta. Es un disco de rock argentino. Tal vez es mi último disco de estudio grande de grabación, hasta ahora que volví a Circo Beat. A la música de hoy le faltan átomos de aire, todo parece provenir de un sample de un sample de la computadora. Hay una degradación atómica del sonido.

Tu disco Operación escuchar (1995) puede ser entendido ahora como una respuesta a la música electrónica que se estuvo produciendo en la última década y que no ha resistido el paso del tiempo. Es que todavía estamos pagando la culpa de no haber ido a una rave en el momento adecuado. Ahora tenemos que soportar Creamfields... Operación escuchar es uno de mis discos favoritos, podés ponerlo a todo volumen o bajo. Yo lo pongo bajo. En esa época estaba decepcionado, casi destruyo el sintetizador [Roland] JD800 con el que lo grabé. He hecho muchos experimentos a lo largo de mi carrera, aprendiendo del error o con teclados que no funcionaban convencionalmente. También tengo una colección de teclados de juguetes que quiero muchísimo. A esta altura me considero músico, sé varios acordes. Cuando empecé a tocar, en la sala de ensayo me apagaban el amplificador. Muy pocos me bancaban.

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