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Diego Schissi: “Mis tongos quieren ser tangos… pero no lo logran”

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Entrevista: Pablo S. Alonso
Foto: Adrián Vázquez

Tu música es el resultado de un crisol de influencias de autores e interpretes de distintos géneros. ¿Qué compositores e interpretes de te han influenciado “transgenéricamente”?
Siempre tuve una avidez importante de música sin importar el género. Para este proyecto, Piazzolla y, en alguna medida, Troilo fueron referencias directas. En otra ala, Gismonti y Pascoal también son grandes influencias. También los maestros clásicos; siempre son modelo de inteligencia, equilibrio e intensidad musical: Bach, Brahms, Stravinsky, Chopin, Bartok, Ravel; más cerca en el tiempo, un autor como Ligeti me impactó muchísimo. Entre los cercanos, amigos incluidos, escucho a Guille Klein, Fernando Otero, Juan Quintero, Negro Aguirre... ¿Sigo? ¡Puedo llenar toda la revista de nombres!

¿Qué te llevó a elegir el formato de quinteto para este disco?
Por decantación y suma. Porque es el mismo quinteto de Piazzolla parece que lo hubiera tomado directamente de ahí. Sin embargo, la síntesis llegó por caminos más enrevesados. Nuestro proyecto anterior, Tren (2008), constaba de un doble cuarteto: por un lado, piano, guitarra, contrabajo y percusión; por el otro, un cuarteto de cuerdas. Tiempo después, empecé a imaginar un proyecto sin percusión, novedoso para mí, que venía del jazz, entonces el doble cuarteto se condensó, al menos provisoriamente, en un solo cuarteto de piano, guitarra, contrabajo y violín. La idea de agregar un bandoneón era un viejo anhelo, un instrumento deseado y a la vez temido, porque te acerca peligrosamente al tango. Por supuesto, era hora de animarse, y así llegamos a ser los cinco instrumentos actuales.

De todas tus distintas etapas como alumno, ¿qué fue lo más útil de cada una, tanto para tu carrera como para tu propia labor docente?
Hay varios momentos que recuerdo con mucho cariño; uno es la etapa intuitiva, pre-académica, donde creo que ya andaba rodando una intuición de lo que hoy estamos haciendo. Después, etapa de estudio en USA, donde pasé siete años en mis veintis: allí curtí mucho jazz, música cubana, brasilera, empecé a escribir mis primeras cosas y descubrí mi amor por el tango, paradojas de la vida, ¡anclado en Miami! Ya de regreso en Buenos Aires, tuve muchos queridos maestros que me ayudaron muchísimo, entre los que quiero destacar a Ana Cigarrán, maestra de piano y de técnica Fedora, con la que trabajo desde hace varios años. (Nota: Se refiere al Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento creado por Fedora Aberastury.)

¿Podrías conceptualizar los tres tipos de obras que hay en el disco, “tongos”, “canciones” y “líquidos”?
Los tongos quisieran ser tangos... pero no lo logran. Quisieran robarle la intensidad, la vehemencia, la fuerza. Las canciones son obras líricas, donde el carácter íntimo y reposado prima, y donde el contorno de una melodía es lo que hace transcurrir la música. Los líquidos trabajan sobre ostinatos.

¿Podés elaborar un poco la importancia del guitarrista de tu grupo, Ismael Grossman, a la hora de que tus arreglos cobrasen su forma final?
Por un lado, la guitarra es un misterio que a los no-guitarristas nos supera. Por el otro, Ismael es un increíble guitarrista y compositor. La dinámica de laburo fue que, sobre lo que yo le escribía, Ismael hacía aportes desde su conocimiento de la guitarra. Además, los solos de guitarra que se escuchan en el disco son escritos por él mismo, basado en los materiales del tema. Semejante contribución no podía dejar de mencionarla.

¿Cómo prepararon el recital con Leo Maslíah para el ciclo de encuentros de pianistas en la Biblioteca Nacional?
A Leo lo escucho y admiro desde mi adolescencia. Ya lo invité a escribir un breve texto para nuestro disco Tren. La idea de juntarnos en este ciclo es de la gente del Club del Disco. Nos juntamos solamente una vez unos diez días antes del concierto, aprovechando que Leo andaba por Buenos Aires. El resto fue espontáneo. Afortunadamente, quedó picando la idea de tal vez en un futuro no muy lejano, podamos hacer alguna otra cosa juntos. Yo doy el sí por adelantado.

¿Qué piano utilizaste en la grabación? ¿Cómo te arreglás con la escasez de buenos pianos para tocar en vivo?
Para el disco usamos el Steinway D de Estudios Cosentino, un lujazo. En el vivo, nos arreglamos con resignación. Sacando pocos lugares, entre los que destaco Café Vinilo, a veces ni siquiera hay piano acústico. Igual, hay que reconocer que hace cinco años, había aún menos; o sea que la tendencia es, al menos, positiva.

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