Pasar al contenido principal

Main Area

Main

Fats Fernández: Todavía me cuesta tocar la trompeta

Image

Roberto “Fats” Fernández llega al bar Roma, en la esquina de Almirante Brown y Olavarría, barrio de La Boca, con su trompeta construida especialmente para él por David Monette. Técnicamente, el nombre del instrumento es LTJ Marsalis Raja Model. David G. Monette es un trompetista devenido en prestigioso constructor de brasses. Monette, por ejemplo, es el inventor del flumpet, mitad trompeta mitad flugelhorn, que el luthier realizó para -e inspirado en- Art Farmer. Fats saca el instrumento y esboza melodías de tangos clásicos y no tanto. Su sonido (el de la trompeta, el del trompetista) es notablemente dulce pero también firme y contundente. En el bar Roma aplauden.

¿Por qué eligió la trompeta? A tres de cuadras de mi casa está la plaza Solís [Fats Fernández vivió siempre en el barrio de La Boca]. Yo tenía 4 años y con los pibes de barrio jugábamos en esa plaza, adonde venían a ensayar las bandas: la banda municipal, bandas militares, la banda de la policía. A mí me llamaba la atención el sonido de la trompeta y siempre me paraba al lado de los trompetistas. Uno de ellos un día me prestó la trompeta y me dijo que probara sacarle sonido. Yo soplé y empezó a sonar. Me dijo que tenía condiciones porque no todos le sacan sonido de entrada y que tenía que estudiar. Empecé a estudiar en la parroquia del barrio, Los Exploradores de Don Bosco, pero no tenía edad para la trompeta. Le hinché tanto al maestro que al final me trajo una trompeta y me puso un muchacho, que se tocaba todo, para que me enseñara. Dicen que la trompeta y el violín son los instrumentos más comprometidos. Yo creo que en la música no hay cuadros chicos, ¿no? A mi la trompeta me costó tocarla y todavía me cuesta, porque ahora estudio mucho más que antes para no perder mis chops, mis labios... si perdés la vibración de los labios hay que volver a empezar. Yo estuve un mes sin practicar y luego tuve que empezar de nuevo. Despacio, sonido por sonido. Miles Davis dejó de tocar muchos años y le costó volver. Pero lo que tenía Miles de bueno era que tenía su boquilla bien impostada, su embocadura era perfecta.

Imagen

Usted asiste habitualmente a las Brass Conference que todos los años se realizan en Nueva York. ¿Cuándo comenzó a viajar regularmente a Estados Unidos por motivos musicales? La primera vez fue en el año 71, fui con Gisela, mi esposa. Mi padrino musical fue un gran trompetista llamado Roy Eldridge, que fue sucesor de Armstrong y a su vez influenció a Dizzy Gillespie. Y después de Gillespie viene Miles Davis. O sea, que ahí está la columna vertebral de la trompeta en la música de jazz: Armstrong, Roy, Dizzy Gillespie y Miles. Roy vino a Buenos Aires en el año 59 o 60 con Ella Fitzgerald. El iba todas las noches a un boliche que se llamaba Jamaica donde tocábamos con el quinteto del Gato Barbieri. Jim Hall también estaba con él en esa banda. El dueño de Jamaica se llamaba Martínez, que ahora tiene una pista de karting en la entrada de Mar del Plata y su hija puso un lavadero en el local donde antes estaba Jamaica. Quedaba en San Martín entre Paraguay y una cortada. En el bar de enfrente a Jamaica íbamos a tomar café en los entreactos con Piazzolla, Salgán, el Gordo Porcel, el Gato, Baby López Furst. Cuando hablaba Piazzolla la mesa quedaba en silencio, incluso Salgán se sentía atraído por Astor. El que faltaba en esa época era Villegas, que se había ido a grabar a la Columbia en Estados Unidos. Años después yo tuve el honor de tocar con el contrabajista que grabó con el Mono, Milt Hilton. El me decía: “Mi tocó con Enrico Villego”, se acordaba del Mono.

Imagen

Usted también grabó en Estados Unidos y con músicos de allá... Sí, fue por [el pianista argentino radicado en Estados Unidos] Jorge Dalto, que me insistió para que yo grabara con músicos de Estados Unidos. Esa fue mi primera grabación como líder. La grabación me costó dos cajones de Heineken. Y me llamó la atención que grabamos con el mismo sistema que usábamos en Buenos Aires en las grabaciones con el Flaco López Ruiz o el Gato Barbieri. Un micrófono, trompeta de un lado y saxo del otro. Así grababa Miles, era lo que tratábamos de imitar, el quinteto de Miles con John Coltrane. Yo creo que en esa instancia el técnico tiene mucho que ver. Acá hay un técnico que se llama Portugués Da Silva que es un fenómeno. Yo siempre le doy bola a lo que él me dice porque me saca un sonido hermoso.

¿Qué fue lo que más le impactó de sus primeras experiencias en Estados Unidos y de su vinculación con músicos de jazz que absorbieron esta música de primera mano? Lo que más me impactó fue que el pianista con el que tuve que tocar en 1971 era Claude Hopkins, que tenía una orquesta en 1918 y en ese momento estaba en el grupo de Roy Eldridge. A mí me resultaba una cara conocida. Luego compré el libro de Stanley Dance [The Jazz Era, 1961] y uno de los primeros capítulos está dedicado a él. Hopkins estuvo en el inicio de todo.

¿Hay diferencias entre tocar jazz en Nueva York y tocar jazz en Buenos Aires? Para mi no hay diferencias. Puedo tocar en Nueva York, en California -donde toqué con la banda de Ray Charles- o en Buenos Aires. La diferencia es sólo geográfica. El argentino tiene una forma de tocar jazz que tiene mucho que ver con el tango, el blues y la habanera. Si escuchás el “St. Louis Blues” de Louis Armstrong y tocás “Adiós muchachos” en ritmo de habanera... están ahí, muy cerca.

En 1981, dos años antes de morir, Harry James le regaló una trompeta. ¿Puede contar la historia de ese regalo? Sí, él tenía dos trompetas y me dijo que eligiera una. Yo le dije: “no, elija usted”. Tenía una nuevita y otra usada. Pero intuí que le gustaba más la usada. Entonces él me regaló la trompeta nueva. Yo tenía 50 mangos en el bolsillo, no sabía qué hacer, pensé en comprarle una pizza, algo para retribuir el gesto. Entonces le dejé mi trompeta y él me dijo: “yo no toco esta marca de trompeta pero la voy a guardar con mucho cariño”.

Imagen

¿Tuvo muchas trompetas a lo largo de su vida? He comprado varias, pero las mejores me las regalaron. Las de Harry James, David Monette, Wynton Marsalis. Mi mamá me regaló una corneta francesa muy buena y mi papá me la rompió a martillazos. El quería que yo fuera a la Facultad de Derecho, era un vasco ¿no? La única vez que pisé la escalinata de la Facultad de Derecho fue cuando toqué la trompeta con Lalo Schifrin.

¿Se necesita una trompeta cara y de marca para tener un buen sonido? No, hasta las trompetas chinas pueden sonar muy bien. Por ahí tienen una duración limitada, porque son materiales no muy buenos. Pero el sonido está en el trompetista.

¿Cómo ve la actualidad del jazz en Buenos Aires? Es fenomenal. Un movimiento de gente nueva que de una forma u otra están emparentados con la música de jazz. Escucho a [el saxofonista] Rodrigo Domínguez y me vuelvo loco. Cada músico tiene su color, se notan las formaciones de cada uno. Algunos suenan más norteamericano y otros tienen un color más local.

Usted le dio clases a muchos trompetistas argentinos de gran trascendencia en el jazz actual... Sí, por casa pasaron tremendos trompetistas. Para hablar de Juan Cruz de Urquiza o de Diego Urcola hay que pararse ¿no? Ellos vinieron a estudiar conmigo pero yo qué les podía enseñar a ellos... Yo soy músico de potrero, como dice Jorge Navarro. Les decía que fueran al conservatorio acá o afuera... Les enseñé lo que pude. Gary Burton una vez me preguntó en qué universidad había estudiado porque todos los trompetistas argentinos que iban a Berklee le decían que habían estudiado conmigo. Yo le dije que había estudiado en la universidad de la vida. Al comienzo no entendió nada, pero luego se dio cuenta que yo era un autodidacta.

2019 Recorplay Música. Todos los derechos reservados.