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Guillo Espel: Escribo intentando ser lo más visceral posible

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¿Qué músicos han sido los que te han formado, como docentes o por la mera escucha de sus discos? Estudié varios años armonía y composición con Manolo Juárez y orquestación con Lito Valle. Ellos fueron mis dos maestros oficiales y, junto al privilegio de haber estudiado con ellos, hoy son además dos grandes amigos. Claro que los maestros “no oficiales” se llevan otra gran parte. Son de distintas épocas y estilos y debería nombrar muchísimos, pero lo que tienen en común es que son compositores muy personales. A mi me gustan los tipos que en cuatro compases sabés de quien se trata, que tienen su marca, y eso es lo más difícil de conseguir. Aleatoriamente y como vienen a mi cabeza: Lennon-McCartney, Radiohead, Bacharach, Beethoven, Brahms, Yupanqui, Jobim, Bartók, Stravinsky, Shostakovich, Björk, Ellington, Porter, Spinetta, Troilo... y siguen las firmas.

¿Cuáles son las principales diferencias en tu manera de encarar tu actividad como músico popular y como músico académico? No me planteo ninguna diferencia a la hora de escribir. Escribo música intentando ser lo más visceral posible, simplemente tomo herramientas tímbricas o formales y las organizo en base a una idea motívica. El resultado que tiene, en ámbitos “académicos” o “populares” es una consecuencia, pero nunca me propongo escribir algo para determinadas salas o públicos. No escribo chacareras “académicas”, ni obras de cámara que deban sonar argentinas. Pero como instrumentista soy un guitarrista popular, y con los grupos que he formado, si bien tocan todo lo que está escrito, tocamos “popularmente”. Además, es lo que más disfruto cuando toco. Una manera de “bajar la mano” sobre el instrumento donde pasan cosas que forman parte de las músicas populares, el folklore, el rock. Los inicios del rock tienen un punto de contacto muy interesante con la música “académica” universal: tratan de bucear en ideas nuevas, de investigar, muchas veces contra la corriente. Tanto tocando como presentando obras, yo me siento muy identificado con eso. Decidí ser músico a los 11 o 12 años, cuando escuché a The Beatles. ¿podría entonces pensar esto de otro modo?

¿Tuviste problemas con músicos de alguno de estos dos sectores por tu participación en ambos campos? Problemas no. Pero es cierto que más de uno se sintió desorientado alguna vez. Muchas veces el problema es que hay espacios de trabajo, muy definidos en lo académico o lo popular, que me llamarían para tocar o estrenar obras pero que no lo hacen por esa condición de no partir estéticamente desde un campo establecido de antemano.

¿Cómo elegiste el formato instrumental de tu cuarteto actual? Fue totalmente casual. Empecé a fines de 2002 a escribir para piano, guitarra, cello y violín. Terminé tocando con una formación de cello, vibráfono, bandoneón y guitarra. Acá hay un ejemplo de esos inicios de los grupos del rock o el pop: amigos que querían tocar conmigo y yo con ellos y nos dijimos “¿por qué no? veamos cómo suena”. Resulta ser que no hay en el mundo, hasta donde sabemos, otro cuarteto con esos instrumentos, y resultó ser un color que me encanta.

¿Cómo te ha ayudado la informática en tu actividad de compositor/arreglador/orquestador? El único uso directo que le doy es transcribir lo que escribo a Sibelius o Encore. Esto me permite escuchar en tiempo real lo que estoy pensando, además de entregar las partituras en la forma más práctica posible.

Además del pedido expreso del artista, ¿qué es lo que tomás como punto de partida en una obra que tenés que arreglar u orquestar? El punto de partida es siempre la obra misma. Después, puedo hacer un arreglo o una orquestación totalmente imprevisible. El verdadero placer es saber que uno pudo dar forma material a lo que el compositor o intérprete buscaban. Recuerdo todo lo que le orquesté a Antonio Agri, por ejemplo. Nos reuníamos en La Paz (que era su “oficina” en Capital, los martes) y después escuchábamos en su auto los bocetos midi que yo le llevaba. Alguna que otra vez, los canas nos pedían que sacáramos el auto de la Avenida Corrientes, pero Antonio les subía el volumen, los invitaba a escuchar y nunca nos rajaban. Otra cosa que recuerdo son músicas de películas. Siempre traté de llegar a la idea que el director tiene en la cabeza. Frecuentemente te lo dice en palabras. He tenido que escribir, por ejemplo, una música “dispersamente femenina”... pero la verdad me encanta cuando ocurre esto. Son desafíos que uno tiene como compositor, traducir en sonidos una imagen, un gesto....

¿Cuales son los proyectos que te han dejado más conforme, ya sean personales como de arreglador/orquestador/ productor para otros músicos? Estoy muy feliz con mi último disco, Salir al ruedo. Por muchos motivos, musicales y personales, muy fuertes y cruciales en mi vida. Respecto de mi obra, no sé decirte. Hay días que siento que todo lo que escribí es horrible. Soy muy autocrítico. Pero también en otros momentos siento que hay fragmentos o temas logrados. Pasa el tiempo y me siguen gustando, entonces digo “OK, esto no está mal”. Después, como productor, tengo experiencias que guardo con mucho orgullo y cariño: Anna Netrebko grabando con la Filarmónica de Praga para la Deutsche Grammophon orquestaciones mías, Agri, música de películas, algunas cosas que produje para Manolo Juárez, Eduardo Lagos, para Nebbia, para Susanna Moncayo...

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¿Qué es lo que más te gusta de Antonio Jobim, Burt Bacharach y Paul McCartney, a quienes le dedicaste una composición de La Posta, tu anterior grupo? En forma sintética: yo creo que soy músico porque existieron esos tipos. Como decía antes, me volaron la cabeza a los 10 u 11 años, cuando los escuché por primera vez y pasé de estar jugando al fútbol en el jardín a estar recorriendo la discografía de mi viejo en el living. En mi opinión, los tres son algunos de los mejores melodistas del siglo pasado. De hecho ese tema mío “Nada puede más que tu amor” es por sobre todo, un gesto melódico, y se me ocurrió dedicárselos.

¿Cuáles son tus proyectos en el futuro inmediato? Estoy muy feliz con el Guillo Espel Cuarteto. Últimamente lo que más disfruto hacer es tocar con ellos y en eso andamos, armando giras por el exterior y por nuestro país. También me agradó mucho un encargo de Marcelo Delgado para escribir para la Compañía Oblicua. También estoy escribiendo orquestalmente para Víctor Mendoza, un vibrafonista de Boston que toca con Paquito D’Rivera. Estoy en pleno trabajo de arreglar 15 canciones argentinas para una cantante italiana. Hay un proyecto para la BBC de Londres... en fin, siempre surgen cosas.

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