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Jorge Minissale. “Ya no veo más a la música por el virtuosismo, sino por el concepto”.

Jorge Minissale

En un encuentro ameno el ex Sueter Jorge Minisale nos cuenta que en 2005 logró reunir grabaciones de sus primeras experiencias como músico de Trigemino. Grabado nuevamente en el estudio de Miguel Loubet en 2018 “Trampas para Engañar” vio la luz a través del sello Viajero Móvil. Además actualmente está presentando su segundo disco como solista “ Lo más Preciado” que tiene como invitado a Litto Nebbia. Toca este viernes en el teatro Monteviejo. 

Por Luis Mojoli

 

¿Cómo fueron tus inicios con Trigemino?
En el año 77 realizamos un evento que se llamaba “Seis horas de rock”. Tocamos en el Luna Park. Ahí estuvieron El Reloj, Mam, Litto Nebbia, Moris y Trigemino, entre otras. Yo tenía 17, 18 años. Héctor Starc era mi ídolo. Tocaba en Aquelarre y además nos hacía sonido. Con Trigemino logramos cosas de manera independiente, no teníamos manager, nada. Salíamos a pegar afiches con engrudo; es más el Pollo Raffo, para hacer el engrudo más potente, le ponía soda cáustica y nos quemábamos todas las manos (risas). Hicimos muchas cosas con Trigemino: era un grupo raro. El único que tocaba bien era el Pollo. Todos esos registros estaban en casettes que nos hacían llegar algunos fans. Imaginate lo que fue la tarea de recordar íntegramente el material. En 2005 hicimos un disco con todo eso y fuimos al estudio de Miguel Loubet, Mandarina Records y grabamos de vuelta, pero tocando mejor. Lo hicimos con Luis Bacqué, es un divino y gran artista. Cada tema del LP dura como 15 minutos. Tiene la voz de Carlos Garófalo. Lo último que hicimos fue una obra conceptual que duraba media hora y se llamaba “Trampas para engañar”. Un delirio, pero tenía mucha creatividad y lucidez. Logramos desgrabarlo y hacer los arreglos de manera bastante fiel. Los arreglos eran bastante adolescentes, pero respetamos eso. Ya está a la venta y se edito por el sello discográfico independiente Viajero Móvil en 2018 , cuyo dueño es un muchacho que edita rarezas y vende álbumes más exóticos a Alemania, Japón y otros países. Lo vamos a presentar en el teatro Monteviejo el 7 de septiembre. 

Suéter en los 80’ fue una de las bandas que marcó un cambio del rock tradicional de ese momento...
A mí me pasan dos cosas con los ochenta. Mucho no quiero hablar, porque estoy muy metido con lo mío de ahora. Me siento un artista emergente y tengo dos discos como solista. El otro punto es que no hablo mucho de los 80, porque no me acuerdo (risas). Tocábamos mucho en Esquina del Sol y en el Stud. Ahora van a lanzar una película sobre ese lugar. 

Todos estos reductos de los que hablamos no congregaban a un público masivo, más bien reunían a un under intelectual. 
La gente quizás mide a una banda por el hecho de si llena un estadio o no, pero antes había mística. Posiblemente las nuevas generaciones tengan otro concepto de mística. Yo escucho mucho a gente de mi generación despotricar mucho. A mí no me cierra esa postura. Me parece muy feo ponerse en el lugar de fiscal. Me niego rotundamente cuando me preguntan sobre tal género. Yo no te voy a dar mi opinión, porque es así: si mi disco le gusta a los músicos, estoy frito. Porque le gusta a ellos y no a la gente. El músico siempre está esperando algo y la gente no está para eso. Yo estoy en esto y tengo un ejercicio distinto al de la gente común que tiene otras cosas para hacer. Trato de hacer música con el sentido de “engañar”, pero en el buen sentido. Si vos querés construir, es una cosa distinta. La gente no se entera que hay todo un trabajo detrás de alguien que sabe de música, pero que no quiere impresionar al músico. El que quiere impresionarlo, toca jazz u otro estilo.

¿Eso no tiene un proceso natural? Es decir,¿no puede salir espontáneamente?
Yo creo que no. Lo que pasa es que estudiar tiene mala prensa. Vos ves un tema de Charly García y si lo desmenuzás hay de todo: pasa de una tonalidad a la otra. Sabe y la gente no se da cuenta que sabe, porque él no hace las cosas de manera intelectual para un público intelectual. Hay himnos de Charly que no los podés creer; él sabe los pasos y te muestra las cosas, baja su conocimiento a tierra, pero en cierta manera lo esconde. No se queda en saber y querer mostrar. En esa época no existia el rol de productor. Estábamos todos aprendiendo. Además nos encontrábamos haciendo rock más experimental. El rock permite esas cosas y lo hace interesante.
Acá hago un paréntesis: tenemos como un River- Boca. River era Spinetta y Boca era Charly. Hubo una famosa tapa de una revista en la que los pusieron juntos como si fueran opuestos. Cuando escuchás a Luis, sonoramente resulta más complejo, porque a él le gustaba mucho trabajar con tensión, disonancias, con una armonía más jazzera. Charly hace armonías más clásicas.

Siempre me extrañó que el público de Charly aceptara más a Spinetta, que el de Spinetta a Charly.
Yo soy guitarrista y lo vi más veces a Luis, te soy sincero. Para mí fue un gran referente. Aparte Invisible me volvía loco. Me decidí a ser músico cuando a los 12 años vi a Pescado Rabioso y Aquelarre juntos. En esa época había bailes de carnaval. Yo vivía en Ramos Mejía y vinieron al Estudiantil Porteño, que era como un faro de referencia de lo que se hacía en la zona.

Sumo en los ochenta marcó un cambio y eso hizo tambalear al rock clásico de ese entonces. Pero luego el público le cuestionó cuando tocaron en Obras. 
No sé, a veces la gente es más papista que el papa. El artista, en ocasiones, abona un poco eso. Lo que pasa es que el público necesita tener más trascendencia que el artista. Luego eso fue lo que pasó en los 90 y el 2000, con las banderas, las bengalas y el pogo.

Tenés la experiencia de tocar en varias décadas del rock argentino. ¿Cuál es la que considerás más rica musicalmente?
Yo creo que la más rica fue la del ‘70’ en cuanto a lo musical y como revolución social. Hay que situarse en la época: guerra de Vietnam, Festival de Woodstock, hippismo, Mayo Francés (1968). Había toda una contracultura, que creo que es lo que se dio acá también en los 80. En ese momento Argentina fue un destape, se terminó la dictadura y es como cuando le cortan la cadena a un perro: salís corriendo. No sabés a dónde corres. Nosotros no sabíamos dónde corríamos, pero corríamos. Fue una liberación.

En cuanto a lo social, ¿el sistema capitalista controló a las masas?
Tendríamos que hablar con un especialista, pero seguramente sí. Cuando se hace masiva una cosa deja de tener atractivo. Ese es el gran problema cuando estás tratando de romper un esquema. Les pasa a los pibes. Van a ver a El Mató a Un Policía Motorizado, pero después cuando llegan a un estadio dicen: “Eh, yo los vi primero. Ahora se vendieron”. No sé si eso es venderse.
Yo trato de mantener mi punto de vista desde lo que hago. Por supuesto me encantaría vender millones de discos y salir de gira por todos lados. No lo podés evitar. Pero si tuviera mucho dinero podría fomentar cosas. Pienso que la sociedad tiene que tener ciertos valores y pondría plata para construir escuelas, por ejemplo.

Bueno, sos docente. Contame sobre tu experiencia como músico académico 
La docencia es una salida laboral, hace 40 años que la vengo ejerciendo. En principio porque siempre me negué a acompañar cantantes solistas. El cantante solista suele ser muy cruel, no le importa la gente que está alrededor. Siempre entendí que cuando el vocalista decide tomarse un año sabático, te morís de hambre. Le dedicaste tu vida a eso y no hay un seguro de desempleo, ni acá ni en ningún lado. Igualmente si alguien me propusiera algo no estaría mal, porque nunca está de más ganar dinero. Pero mi estrategia fue otra, porque aparte siempre me gustó estar adelante.

¿Cómo es tu forma de trabajo con Minisale y Impulsores?
Funcionamos como banda y cobramos todos igual. Para bien o para mal, o cobramos todos o no cobra ninguno. Ese es mi concepto. No me gusta hacer lo que no me gusta que me hagan a mí. Yo por ejemplo toco con Los Twist con Pipo Cipolatti, pero no estoy acompañando a un cantante; es otra cosa, otro concepto.

¿Cómo definirías tu relación como músico cuando tocás con Pipo?
Es un genio, un super artista. Lo adoro. Es guitarrista como yo y no tiene ningún rollo. Tengo claro que él es el artista y yo acompaño. Además es muy generoso.

 

¿Sos de escuchar bandas nuevas? 
Mirá, los otros días escuché el nuevo disco de Bándalos Chinos y dije: “Uh, qué bueno que está”. Es lo que hacía Suéter: más calladito, más prolijo y mejor producido, pero tiene un poco el concepto de lo que hacíamos nosotros. Me parece que es buena música con lindas melodías, armonías y un sonido actual. Ahora hay toda una movida de chicos que han salido de universidades de música que tienen un lenguaje distinto, a veces jazzero como los chicos de Huevo. Son tocadores, gente que toca realmente bien un instrumento y estudia. Las universidades de música acá son muy buenas, se ha estandarizado la forma de enseñar. Ahora, si vos querés tocar bien, vas a tocar bien. Después si hay canciones lindas, vemos. Destaco además a Los´Pibitos.

Hoy entonces los estudiantes están mucho más formados que los músicos de los 70’ y 80’…
¡Más bien! (enfatiza). No solamente para la música, ¡ahora vos tenés la biblioteca de Alejandría en el celular, loco! Nosotros teníamos que leer la revista Pelo y si alguien traía un disco de afuera, había que ponerlo más lento y lo sacabas todo mal.

De un lado se ha logrado una evolución. Y del otro lado, ¿qué destacarías?
Que al estar en una burbuja vas creando tu propio lenguaje. En Inglaterra, una isla, una burbuja, se le dio su personalidad a la música negra y al rock. Argentina en esa época estaba en el culo del mundo. No venía nadie a tocar acá: vino Santana en el 70’ al estadio de San Lorenzo. Después Joe Cocker y algunos más, hasta que vino Queen en los 80’. Entonces vos tratabas de sacar los discos, copiabas mal e ibas armando tu propio lenguaje. Por eso el rock argentino tiene mucho del rock inglés, pero no en el sonido, sino en el concepto de ser algo cerrado y muy aislado, poniéndole su propia personalidad.

Esto hizo en su momento que avanzáramos mucho con el rock en castellano con respecto a España, por ejemplo...
Bueno, acordate que el primer grupo que va a cantar en castellano a España es Aquelarre. Cuando ya hicieron todo lo que tenían para hacer acá, metieron todo en un barco y se fueron a España.

Con Sueter tocaron una versión moderna de Romeo y Julieta, con dirección y música de Carlos Cutaia tocando en vivo.
Ahí Suéter tenía dos guitarras, tocábamos el Gordo y yo. Y los teclados los tocaba Miguel. Esa formación la utilizamos una vez en el famoso Concierto para John Lennon en el Auditorioa Kraft, organizado por Gloria Guerrero, entre otros. La banda que tocó la adaptación estaba integrada por Miguel Zavaleta como cantante solista, Juan del Barrio (teclados), Daniel Colombres (Batería), Fleke Folino (bajo), Eduardo Rogatti un gran guitarrista y yo Miguel estaba con nosotros y, pobre, sufría, éramos unos niños muy traviesos. Hacíamos cosas muy grotescas y graciosas. Nos tenía mucha paciencia.

Volviendo a tema del rock en castellano, medio que surgió en Argentina. Había otras expresiones en Perú y Bolivia,pero el power estaba acá. Pero cuando Aquelarre va a España y después va Moris, generan un éxito rotundo. Hay una historia grande y una forma de hacer música. No es difícil influenciarte de una manera que terminás haciendo algo que es ni chicha ni limonada. Al inglés o al americano cuando escucha un grupo que está tocando lo que tocan ellos cantado en castellano, no le llama la atención. Le sorprende el tango, la baguala.
A ver, les llaman la atención, por ejemplo, Los Auténticos Decadentes y no entienden bien esa cuestión de la murga y de dónde sacan la alegría. Los tipos tocan instrumentos eléctricos, lo cual no quiere decir que es rock, porque Pappo se levanta de la tumba y los caga a trompadas. (Imitando a Pappo): “El rock es esto”. (risas).

¿Y Los Abuelos de La Nada? Ahí ya le pusieron un tinte más surrealista.
Sí, estaban Los Twist también. Creo que Suéter también tenía eso y nos terminó perjudicando. Nunca fuimos un grupo serio ni un grupo de joda, siempre estuvimos en el  medio. Estaba “Mamá planchame la camisa” y por otro lado “Su única diferencia”. No estaba mal, pero comercialmente sí, porque la gente no sabía si reírse o deprimirse.
En cambio Los Abuelos eran pintones, se creían que eran pintones y la música iba para adelante. Miguel Zavaleta, de Suéter, venía de un underground porteño de no solamente músicos, sino gente ligada a las artes plásticas y a la literatura. Hay una frase de él que es muy buena, yo la tomo siempre. Él decía que antes había una elite pero no de gente de dinero, sino elite artística. Yo no tenía guita, como sí tenía él o Cachorro López. Yo venía de Ramos Mejía. Pero logré meterme en esa elite, quizás por simpatía u otras cosas. No es cuestión de plata, es cuestión de bocho, de iluminación.

¿Dónde ves a la elite intelectual hoy? 
Todos los artistas que están saliendo hoy son una elite para su generación. Yo creo que los tiempos son distintos y hay que saber que escuchar. Pero te vuelvo a decir, yo escucho de todo. A mí me gusta The National, por ejemplo. Ya no veo más a la música por el virtuosismo, sino por el concepto. No hace falta que toques bien. Cuando Tony Levin fue a grabar Double Fantasy (Geffen, 1980) con John Lennon, éste le dijo: “Me dijeron que tocás muy bien. No toques mucho”.
A veces me pregunto qué hubiese pasado si Serú Girán hubiese tenido un bajista que no toque tanto, pero bueno hay que situarse en la época: estaba Jaco Pastorius, qué ibas a esperar. Las canciones son increíbles, ojo, pero la moda en ese tiempo era tocar mucho. Pero cuando yo te hablo de canciones, es otra cosa.  Hay doce notas, no hay quinientas. ¿Qué querés inventar?

Claro, es una combinación letra, música, estilo y actitud...
Yo escucho muchas cosas virtuosas, pero canciones son las de The Beatles. O las de Brian Wilson. Para mí es eso. Serú Girán era una fusión: un virtuoso, con alguien que tocaba rock en la guitarra y en la batería y un músico clásico que tocaba sintetizadores. Mezclás todo eso y es un cóctel atómico. Pero que se entienda esto: después cuando edites esta nota, capaz mucha gente dice: “Pero qué está diciendo este pelotudo, si Pedro Aznar es un genio”. ¡Obviamente que Pedro Aznar es un genio!
Gustavo Donés era el verdadero líder de Suéter. Tenía un virtuosismo en el bajo muy temprano. Él también escuchaba a Jaco Pastorius y tocaba un montón.

Suéter era más punkie, pero porque eramos más troncos también. Pasa que teníamos un gran cantante y compositor. Después grabamos nuestro primer disco e en estudios Del Cielito cuando recién estaban arrancando.

 

¿Cómo era el mundo de la producción de música en los 80’?
Los productores no exístián. Las producciones las hacíamos nosotros. Como no estaba nada automatizado,  tenías la mesa y se mezclaba en el momento. A lo mejor te daban un fader para manejar y el concepto era que cuando venía el solo vos lo ponías más arriba. La producción era un delirio, un sálvese quien pueda. Hice tres discos con la banda. En el primero, el ingeniero fue Gustavo Gauvry. Ahí pagué el derecho de piso, porque lo que están adelante son los teclados de Juan del Barrio porque él era el tecladista de Spinetta y yo era un don nadie. Los arpegios de guitarra en algunas canciones mías se escuchan muy atrás, por ejemplo en el tema “Métodos”.

Después en el segundo disco, Riña de Gallinas, (20 Century Records, 1984) aparece Mario Breuer. Mario estaba haciendo el disco de Suéter, pero también Del 63’, de Fito Páez, y uno de Calamaro. Estaba quemado, llegó un momento en el que no podía hacer las tres cosas a la vez. No pudo seguir, entonces vino Amilcar Gilabert, quien había sido ingeniero de Serú Girán. Amilcar, nos dijo: “’Amanece en la Ruta’ tiene que estar porque va a ser un éxito”. Ahí aparece el rol de productor. 

También tuvieron a Charly como productor en “20 caras bonitas” el tercer álbum del grupo...
Miguel (refiriéndose a Zavaleta) dice que se editó y a los seis meses lo volvió a mezclar Charly. Yo no me acuerdo haberlo visto editado. Tengo mi visión, él tiene la suya. Es que él era amigo de Charly García. Yo no era amigo, es más Charly me dijo:” tus temas son para otro disco”. Para mí fue una desilusión muy grande y él entendió como productor que la banda tenía que tener un solo cantante. Yo era muy mal cantante, pero solucionable. Yo no tenía afinidad con Charly.

 

Hablemos de guitarras y equipos.

¿Identificás auditivamente una Fender de una Gibson hablando de los mismos modelos?
Sí, si no me las disfrazás mucho con muchas cosas, generalmente sí. Por ejemplo, la Fender tiene un poquito más de personalidad. Para mí hay dos marcas: Fender y Gibson. Siempre estuve con ambas. Mi primera guitarra buena fue una Gibson 330, una de caja. Era la época de Yes, de Steve Howe. En cuanto a equipos acá se usaba el Fender Twin Reverb. Marshall no había muchos, estaban los de Ricardo Soulé, los de Edelmiro Molinari. Hasta que en los 90’ se abre la importación de Marshall y ahí empezó la locura. Actualmente tengo mi Marshall de siempre, mi JMP, que es el Jimi Hendrix. 

 

¿Cómo fue tu experiencia musical con Ricardo Mollo?
Ricardo tiene todas las guitarras del mundo y es alguien serio. Muchas de las experiencias que tengo las hice con él.

Él era guitarrista de MAM, yo tenía 14 años. Ellos eran de Palomar y yo venía de Ramos Mejía. Lo conozco mucho antes de la época de Sumo. Omar, su hermano, tenía una Gibson 55 Custom, y él tenía su SG 62. Era muy generoso, siempre me prestaba la viola. Estamos hablando del año 75’. Ricardo tenía 17 y tocaba como Hendrix. Yo iba mucho a la casa de sus papás, hacíamos muchas locuras con las guitarras y experimentos. Varias de mis guitarras fueron de Ricardo y algunas cosas mías las tuvo él. Por ejemplo, Ricardo me vendió una Gibson Les Paul Custom y yo se la di a Eduardo Rogatti. Creo que le di esa viola y un equipo. Después tuve una muy buena guitarra que era de Rogatti, una Stratocaster 67 o 69. Grabé con Suéter. No sé cómo se la vendí a Cerati, que vino a casa con su sobretodo y pelos parados. Él y todos nosotros íbamos al mismo profesor de guitarra, James Tobias, un guitarrista americano. Vino Gustavo con Zeta Bosio a mi casa en Caballito y se la vendí. Fue el peor negocio que hice en mi vida; la vendí en 600 dólares y después me compré una boludez.En el disco anterior, en mi primer disco solista (N de R: se refiere a Justo y Necesario, editado en 2015) me lo crucé en la casa de música donde doy clases. Al tiempo le mandé un mensaje y todo se fue dando. Así que vino, se bajó del taxi con su Fender Princeton y con su viola, enchufó, hizo un par de pasadas e hizo un solo. Se re copó y cantó una parte. Eso lo hicimos en el estudio de Pablo Sbaraglia.
 

En tu último álbum “Lo mas preciado” tenés como invitado Litto Nebbia. ¿Cómo fue el aporte de Litto?
Yo no lo conocía, porque es de otra generación. Pero cuando hice esta canción en el estudio el sobrenombre del tema era “El Nebbia”, porque tiene una cadencia armónica muy de Litto. Siempre pensé que al tema lo tenía que cantar él. Un día, me lo crucé en Niceto. Yo estaba tocando en el lado B y él estaba tocando con Pez en el otro lado. Mi mujer se cruzó de casualidad a la mujer de Litto y le dijo que yo quería saludarlo. Fui, y Nebbia sabía que yo había tocado con Daniel Colombres en Suéter. Ahí le comenté que estaba haciendo un disco y que quería invitarlo y él me dijo: “Sí,cómo no. No hay problema”.  Me dio su mail y me fui. Me contestó rápidamente, me pidió que le mandara las pistas, se las mandé, me las devolvió, las insertamos en el estudio y así me di el gusto de poder compartir una canción con él. La tecnología digital te permite ese tipo de cosas. Yo hubiese dado lo que no tengo para estar del otro lado de la pecera y verlo cantar el tema, pero no nació de él, no me dijo: “Venite tal día y lo hacemos”. Y no daba para decirle nada ¡Lo adoro a Litto!

 

¿Le damos a nuestros artistas el valor que realmente merecen? ¿Por qué muchos músicos que son reconocidos y convocantes en el mundo tienen poca respuesta en Argentina? 
Es que el proceso social sufre un deterioro. Igual, hay un nicho para todo. Hay gente que va a ver a Pablo Ziegler y otra gente que va a ver Damas Gratis. Hay que entender esto. Yo me di cuenta hace mucho tiempo que no puedo competir con ciertas propuestas en cuanto a lo popular, pero me acuerdo que con Suéter queríamos cambiarle el oído a la gente. Estábamos chiflados. No nos daba el cuero, pero deseábamos hacer cosas de Steely Dan acá. Y ellos tenían todo un background, aunque ojo, nosotros éramos bastante estudiosos también. Pero le queríamos cambiar el mate a la gente. Aunque por otra parte nos entristecíamos si no vendíamos tantos discos como Los Abuelos de la Nada.

 

¿Dónde está el verdadero logro, en mantenerse a través del tiempo o estar en la cumbre pocos años?
(Piensa) A mí igualmente me parece que los grupos antes duraban tres, cuatro años. Nosotros estuvimos cinco años. Pescado Rabioso, un año, dos. Divididos cumplió hace poco 30 años tocando, que se yo. Es díficil. Si sos un trío o dos personas, es más fácil. Si son varias personas es convivir, como con una familia. Hacer eso durante tanto tiempo es complicado. Después surge toda una cuestión de egos. Creo que antes los grupos duraban poco porque estaban expermentando: Spinetta hacía eso; Sui Géneris se encontraba en el cénit de su fama y Charly García dijo basta, porque quería tocar cosas al estilo de Premiata Forneria Marconi. Después te convertís en una Pyme...

A veces en ese corte está la evolución…
Sí, pero cuando por ejemplo, cuando vuelven The Who con un disco nuevo no me gusta. A mí me gusta cuando ellos suben y tocan “Baba O’Riley”, porque el último álbum lo puede hacer cualquiera.  Por eso a veces pienso qué feo debe ser para un artista de mucha trayectoria que no te acepten tu más reciente material.

¿Desde dónde componés?
Me siento y le doy vuelta a una canción. En este momento estoy con una y hace un mes que estoy dándole vueltas. Ahora, viene Calamaro y en una noche te hace un disco. ¡Y es genial! Yo tengo otra forma de ver la música, le doy vueltas, la analizo, veo dónde te puedo trampear. Para eso tengo que escuchar la canción, le hago un arreglo, voy para el otro lado. A mí me gusta hacerlo. Vivo para eso.

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