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La peluca magnética: un mes sin Carlos “Peluca” Goldsack

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Por: Fernando Uzal
Fotos: Edgardo Kevorkian

Lo vi por primera vez en Caras mas Caras, uno de los tantos boliches que propulsaban la inquieta movida underground de la segunda mitad de la década del 80. Entre Luca Prodan y Tom Lupo andaban Peluca y su boina negra. Hablaba con todos, iba y venía a la barra. Yo tenía dieciséis años y creo, estaba más asustado que fascinado en medio de ese mundo tan diferente a todo lo que conocía.

Insam


El segundo recuerdo que tengo es el de verlo pasar caminando, por la vereda de enfrente, a las seis de la mañana por Santa Fe y Coronel Díaz. El tipo que va con él lleva un estuche de guitarra. Es Pablo Guyot. Guyot, el de GIT…. el que tocaba la viola con Charly. Mientras espero a que arribe el 64 a la parada me pregunto, ¿de qué batalla vendrán?

Hasta aquí llego pensando en cómo hacer para que esta nota no se transforme en otra cosa que no sea una recopilación de anécdotas que lo tengan como protagonista, pero es imposible evitarlo.

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Ph: Edgardo Kevorkian

Carlos “Peluca” Goldsack y la Negra Poli posiblemente hayan sido los managers más populares de la década del ochenta. Su trabajo con Fricción lo posicionó bien arriba, en el ambiente cultural expansivo y subterráneo de aquellas noches porteñas.

Comenzó a trabajar con músicos en enero de 1981, en  su Mendoza natal, cuando su amigo de la infancia Oscar Sayavedra produjo los conciertos de “El Valle Interior”, el disco que había grabado Almendra en Estados Unidos luego de su regreso a los escenarios en diciembre del 79. Del 85 al 89 desarrolló su actividad más conocida como manager de Fricción, la banda de Richard Coleman. Siguió con Coleman cuando formó Los 7 Delfines. Las mismas tareas realizó brevemente con Attaque 77 y, más recientemente con Gillespi. También trabajó en “Triple” la agencia que los Soda Stereo tenían en la calle Naón.

Si bien estuvo siempre vinculado a la “empresa” del rock nunca fue un hombre de negocios. Su principal y más destacable característica fue la de ser amigo. Peluca tejía nexos y los compartía, reunía a la gente alrededor de su figura y generaba permanentemente encuentros entre las personas. Era un espíritu mágicamente inusual dentro del ríspido ambiente rockero. Todos lo querían. Establecía vínculos con cada uno de los personajes que integran la fauna clásica y también moderna de Buenos Aires. El Pelu conocía a Spinetta, a Charly, a los Redondos, a Pappo o, para que se entienda mejor, ellos lo conocían a él. Promovía encuentros inolvidables como las cenas de los domingos en el legendario y desaparecido restaurante Hermann de la Avenida Santa Fe. En torno a su persona satelitaban músicos, escritores, sonidistas, dibujantes, productores, dramaturgos, locutores, guionistas, actores, periodistas, gente de la radio y de la tv. Siempre divertido, hasta los mozos lo querían. Si estabas con él podías finalizar la noche – o amanecer – en cualquier parte y con algún personaje muy fuera tu alcance. Me sucedió a mí que salté de una mesa en Prix Dami a un taxi con Charly García y de allí al famoso departamento de Coronel Díaz y Santa Fe en donde, tirados en la cama del maestro escuchamos, completo, “La Hija de la Lágrima” muchos meses antes de su edición. Peluca nunca canuteó un vínculo o un contacto, compartirlos era su finalidad. Era una pesadilla producir un show y que apareciera con su troupe, había que abrir la puerta del teatro y dejarlos entrar. En cambio, cuando el acceso a un lugar estaba a su cargo… pasaban todos gratis, porque todos eran sus amigos.  

Para comenzar a cerrar este artículo quiero hacer justicia contando una historia que demuestra cómo su alma producía ese chispazo eléctrico, ese magnetismo que vinculaba a las personas y que a veces trasmutaba en arte. Pocos lo saben y ni siquiera él se ocupó de decirlo o de desmentir las diversas versiones que circulan o que omiten su participación en aquella grabación. En 1992 trabajábamos juntos en la misma agencia que representaba a Attaque 77, Pappo, Riff y Los 7 Delfines entre otros grupos. Peluca llegó un día con la novedad de que en el programa de Tato Bores querían incluir un clip vinculado a la situación angustiante que estaban atravesando los jubilados. Sebastián Borenztein, Cartoy Díaz y Alejandra Varela, sus productores –obviamente amigos de Peluca- querían que la canción estuviera a cargo de Attaque 77, que se encontraba en la cresta de la ola, pero la banda se hallaba de gira y entonces Peluca les propuso que fuera grabada por Pappo. Recuerdo perfectamente cuando abrió la puerta de la oficina trayendo la novedad. Increíblemente Norberto agarró viaje enseguida y así grabó “Mi Vieja” que fue incluido en el álbum “Blues Local” luego de largas idas y vueltas entre el músico y la discográfica Radio Tripoli. Es solo un ejemplo de como el Pelu realizaba sus mágicas conexiones, sin percibir nada a cambio, más que el cariño de los involucrados. “Mi Vieja” fue un eslabón muy importante en la cadena de hechos que produjeron la masificación (si es que un día existió tal cosa) y difusión de la carrera de Pappo, incluso el propio guitarrista lo sabía.

Fue por esa fecha que Peluca dejó de managerear a Coleman y a Los 7 Delfines luego de muchos años de trabajo en conjunto y me pasó la batuta del grupo, actividad que desarrollé por un periodo muy breve. A pesar de que compré una boina como la que él usaba para conseguir que se familiarizaran conmigo en camarines, yo no tenía su talento.

No leí nada en los medios gráficos acerca de su fallecimiento a mediados de agosto, por eso creí justo publicar un breve recuerdo de su paso por nuestras vidas y de su participación en el mundo de rock local.

A la hora de titular la nota dudé. Imaginé un título que me pareció algo cursi, “Peluca, el amigo del rock”, porque exactamente eso era lo que él era. Volando un poco más alto se me ocurre pensar que “los rockeros” merecemos alguna celebración y que sería hermoso pensar en el 13 de agosto como el día del “amigo del rock”. Todos nos saludaríamos y lo recordaríamos.     

Querido por todos, Peluca se piantó en medio de la puta pandemia. En otras circunstancias, no dudo de que su despedida hubiera sido una gran y masiva convocatoria de amigos y  personalidades que alguna vez lo conocieron. La despedida digna de una estrella de rock.

Insam

 

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