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Miguel Tallarita: Soy algo indefinido, eso me apasiona

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¿Cómo influyó en tu relación con la música el hecho de que tu padre también haya sido trompetista?Influyó en mi acercamiento a la música. Yo lo veía mucho por televisión cuando él tocaba con Sandro o Palito Ortega. Lo veía desde Tucumán, donde yo vivía con mi abuela. A los 10 años vengo a vivir a Buenos Aires y mi papá me regala mi primera trompeta (una Yamaha 232, dorada). Me lleva al Conservatorio Municipal donde me presenta a Hugo Lozano, que fue mi primer maestro. Al poco tiempo me dice “tocá una escala de Do”. Como no pude tocarla me sacó la trompeta diciéndome que no tenía condiciones y que nunca podría tocar. Gracias a la insistencia de mamá recuperé la trompeta y a base de mucho esfuerzo logré reemprender el camino. Eso fue una barrera muy grande pero al mismo tiempo fue algo que me dio mucha fuerza para romper esa barrera. Sé que a Arturo Sandoval le pasó algo parecido.
En el conservatorio cubano un profesor le dijo que no tenía condiciones, que eligiera otro instrumento. Es probable que eso lo llevó a ser uno de los mejores trompetistas del mundo.

¿Cuándo empezás a trabajar de músico?Un día saliendo del conservatorio ví a Fats Fernández en la orquesta de Panchito Nolé tocando en la puerta del Centro Cultural San Martín y entendí que eso era lo que quería. Empecé a estudiar con Fats y me abrió la cabeza a un montón de cosas. Luego comencé a trabajar en La Verdulería un boliche que explotaba en los ’80, en Corrientes y Riobamba.

¿Cómo llegás a moverte con soltura en el campo de la música clásica y popular? Mis maestros siempre me dijeron que había que elegir: o tocaba clásico o tocaba popular. Es verdad que si abarcás mucho estás a medio camino de todo. Trato de escuchar de todo y estoy hecho de toda esa información que recibo. Soy algo indefinido, eso me apasiona y nada se torna rutinario. La adrenalina de ir a una grabación sin saber qué voy a tocar me mantiene activo y con ganas de tocar.
Todo lo hago con respeto. Cuando toco como primer solista de la Banda Sinfónica de Morón lo hago con las mismas ganas que cuando toco con Damas Gratis en el Luna Park.

¿Cuáles fueron los tres momento más intensos que viviste sobre un escenario? Cuando debuté en vivo con una banda de rock, Los Intocables. Creo que fue en Skylab. El hit se llamaba “Me hunde y me aplasta”. Fue tocar con la piel de gallina, muy fuerte. La experiencia con Los Pericos en el festival de Viña del Mar fue algo impresionante también. Y cada vez que toco con mi quinteto de jazz es algo maravilloso. Son temas que elijo yo y soy como el cantante del grupo. En el quinteto tocan Juanjo Hermida, Adrián Birlis o Alvaro Torres en piano (los pianistas van rotando); Daniel Maza en bajo, Pipi Piazzolla en batería, Fabián Aguiar en saxo y yo toco la trompeta, el piccolo y el flugel. Queremos grabar el año que viene.

¿Cómo estás equipado?Mi trompeta de batalla es la roja marca Martin Committee, el modelo que usaba Miles Davis en su última época, el que aparece en la tapa del disco Doo Bop. Me fui de gira como 20 días por Chile con Los Pericos y a la vuelta me la compré. Lo llamé a Telmo Gómez (trompetista argentino que importaba instrumentos) y me la trajo con la especificaciones que le pedí.
Para estudio uso una Bach Stradivarius 37 alineada por Bob Reeves. Tengo un piccolo Selmer de 4 pistones y el flugel es Kanstul hecho a mano en Los Angeles. Se lo escuché tocar a Fats Fernández y es el sonido que trato de lograr cuando toco. Y el mantenimiento lo hago con Pablo Quiroga y Gustavo Tejada, de All Brass, grandes luthiers y fabricantes de boquillas.

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