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Pablo Memi: En el estudio manda la intuición

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¿Recordás tu primer bajo?
Mi primer bajo fue un Faim y luego tuve un Hofner, todo esto a los 16 años. En el colegio tenía un compañero que tocaba muy bien y el fue el primero en pasarme información, ejercicios y demás cosas que iba aplicando solo. Luego conocí a Gabriel Carámbula, que vivía a la vuelta de mi casa. Berugo tocaba el contrabajo y también me pasaba notas y escalas. En su casa siempre aparecían músicos, como el Negro Rada. Ya estando en los Ratones tomé clases con un profesor pero, principalmente, lo que más hice fue escuchar discos y tocar sobre ellos.

¿Cómo ves la relación de los músicos jóvenes con los discos, con el soporte físico de la música, algo que, parece, que tiene a desparecer?
Hay como una vuelta al single, como se editaba en la época de los Beatles. La gente se baja solo un tema y no un disco completo de trece canciones. Hay también un abaratamiento en los costos de grabación: antes una cinta multipista, la torta de 24 tracks, salía 600 dólares y para grabar un disco necesitabas quince. Hoy es posible armarse un home-studio por poca plata, entonces mucha más gente pudo acceder a grabar un disco. Y el disco empezó a tomar el lugar de la carta de presentación de la banda, más que un objeto con el cual pensar en regalías.

¿Cómo era en los comienzos de los Ratones?
Nosotros nos formamos en el 80, 81 y recién en el 86 grabamos el primer disco. Hoy pasa que muchas bandas se juntan y enseguida quieren entrar a un estudio. Creo que previamente tenés que afianzarte como instrumentista, conocerse como banda y tener en cuenta ciertas cosas antes de entrar a grabar.

Los Ratones tuvieron una primera experiencia fuerte con un productor cuando grabaron con Andrew Oldham. ¿Cómo se dio esa relación?
Sí, con él grabamos cuatro discos y la relación se mantiene, de hecho el próximo disco lo vamos a grabar con Andrew. Recuerdo que cuando entramos al estudio, el primer día nos hizo grabar como treinta y cinco tomas de un mismo tema. Ahí pasás por todos los estados: al principio todo bien, en la mitad ya no sabés que estás tocando, después volvés con pilas y retomás. A veces caminaba la sala, mientras nosotros tocábamos, se subía a un banco y escuchaba en un rincón, cerca del techo y le decía al técnico que pusiera un micrófono ahí y otro en el piso, al lado de la puerta, todo salía del convencionalismo. Se fijaba dónde se escuchaba bien y ahí ponía un mic de ambiente.

¿Cuáles son las convenciones para grabar rock?
Tomar con dos micrófonos el bombo, uno más cerca y otro más lejos; el tacho, con un mic arriba y otro abajo; así hasta llegar hasta los 12 o 14 micrófonos que puede llevar una batería. El ambiente también influye. Claro que hay excepciones. Exile of main street [1973], de los Rolling Stones, se grabó en un sótano en París, solo para poder captar la esencia del sonido del blues. En una sala muy apagada, muy acustizada, tal vez después tenés que agregarle efectos a la batería. Particularmente, soy partidario de grabar a toda la banda en vivo para poder captar esa frescura, como si fuera un show, algo más orgánico.

También tocás el contrabajo, ¿cómo fue el paso después de tocar el bajo eléctrico?
Siempre le tuve ganas y me puse a buscar un contrabajo, finalmente lo conseguí y surgió lo de la grabación del Unplugged para MTV y me mandé a tocarlo para esa ocasión. Posterior a eso, estudié en el conservatorio durante cinco años, más que nada para obtener la formación clásica, necesaria para tocar el instrumento: la posición de las manos, técnica, apoyatura, diferentes patterns, desarrollar una memoria muscular para las diferentes posiciones y entender que es otro instrumento, con sus propias características y no es solo un bajo más grande.

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