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Remasters 2 The Rolling Stones: Suban el volumen

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Pablo S. Alonso

Con mucha menos publicidad que el relanzamiento de la discografía de The Beatles, los Rolling Stones han reeditado su catálogo en estudio de 1971 a 2005, a excepción del fundamental Exile On Main Street (1972), del cual se espera una edición especial con material inédito en un futuro cercano. Que estas reediciones hayan repercutido menos que las de sus amigos de Liverpool no obedece a una cuestión musical o cultural (pese a las irregularidades en calidad, casi inevitables en una carrera tan larga) sino meramente práctica: esta es la tercera masterización para CD (a excepción de los tres últimos discos de estudio, que van por la segunda) de un catálogo que, a diferencia del período Decca de los 60, es propiedad del grupo y se va licenciando a distintas compañías a lo largo del tiempo. Primero fue distribuido por Atlantic/ WEA o EMI según la región; además durante esta época los discos salían con la mención del sello del grupo, Rolling Stones Records. (Hoy la propiedad del grupo es referida por el logo de la lengua y por su compañía Promotone B.V.) En 1983 firmaron con CBS (aunque el vínculo entró en vigencia en 1986 pero sin incluir el catálogo 1971- 1983), contrato comprado (aún debían un disco) en 1991 por Virgin-EMI (quienes tuvieron el sentido comercial de fichar toda la colección), y ahora empiezan de vuelta con Polydor/Universal.

Explicado esto, los nuevos masters obedecen más a un acto fundacional de un nuevo contrato -preanunciado el año pasado con el soundtrack de Shine A Light- que a una necesidad sonora como en el caso de The Beatles o, sin ir más lejos, el catálogo Decca/ABCKO (1964-70) de los Stones, que hasta 2002 mantenía ediciones en CD de calidad cuestionable. De lo que pudimos escuchar, las diferencias con la serie Virgin no son dramáticas. Era casi obvio que iban a ser masterizados más fuerte, con mayor compresión, en plena era de las loudness wars. Pero como Bob Ludwig había realizado un trabajo notable en 1993, Stephen Marcussen y Stewart Whitmore no tuvieron mucho para mejorar. Sin caer en la sobrecompresión, hay un aumento de volumen innecesario que ha despertado críticas puntuales en algunos audiófilos. Por otro lado, el arte de los CDs no agrega material gráfico ni notas nuevas. Por todo esto, se puede decir que estas reediciones son tanto innecesarias para el que ya tiene las de Virgin y no es un coleccionista como una buena opción para el que no tiene estos álbumes en CD. Además, su precio es inferior a los nuevos lanzamientos locales (por no hablar de los remasters beatle, que cuestan casi el doble).

La serie comienza en su punto más alto, Sticky Fingers (1971). El primer disco grabado en estudios con Mick Taylor asentado en la formación, muestra a los Stones de la nueva década cimentando su status, mezclando r&b, blues, country y soul, con tres nuevos estándares como “Brown sugar”, “Wild Horses” y “Bitch”. Goats Head Soup (1973) es para algunos un bajón en todo sentido tras la bacanal de Exile... Lo cierto es que para entonces Richards era todo un junkie (“Coming down again”, una de sus grandes baladas, en un disco que también incluye “Angie”) pero tanto su trabajo (la chuckberriana y obscena “Star Star”, cuya actual remasterización vuelve inexplicablemente a la versión censurada) como el de Taylor (sus solos con wah wah, por ejemplo) permanece por lo general inspirado. It’s Only Rock ‘N’ Roll (1974) resultaría la despedida de Taylor: además de un gran solo en “Time waits for no one” -una de sus co-atuorías no reconocidas- se destaca en el bajo en “Fingerprint file”, el áspero funk que cierra el disco. Ronnie Wood hace su primer aporte al grupo, como co-autor (tampoco acreditado) y guitarra acústica del tema central.

Black And Blue (1976) es el álbum de las audiciones: además de Wood participan Harvey Mandel y Wayne Perkins. Más negritud: reggae (su versión de “Cherry oh Baby”), funk (“Hot Stuff”, con solos de Perkins) y soul (“Fool to cry”). Some Girls (1978) es Jagger reaccionando a dos movimientos antitéticos: la música disco (“Miss you”) y el punk (“Respectable”, “Lies”), ambos abordados sin perder la esencia del grupo. Además, Richards y Wood plasman su simbiosis guitarrística, donde los roles están menos delimitados que en la era Taylor. Emotional Rescue (1980) está parcialmente basado en material de las sesiones del disco anterior, y ciertamente parece seguir el molde, aunque aún más ecléctico. Los Stones prueban de todo, sólo que algunas cosas les salen más inspiradas y otras más genéricas. Dos temas subvalorados abren y cierran el disco: “Dance (Pt 1)” (¿disco + new wave + post punk?) y “All about you”, otra emocional balada de Richards. Comienza la fricción seria entre Jagger y Richards por la dirección musical y por la negativa del primero a presentar el disco en gira.

Es irónico que el mejor disco de los últimos 30 años de los Stones sea uno de out-takes, pero Tattoo You (1981), largamente basado en material acumulado desde 1972, con sobregrabaciones (generalmente vocales) y una mezcla de Bob Clearmountain que aportó coherencia sónica, es un triunfo de principio a fin, con un lado agitado, otro de baladas y clásicos en ambos frentes (“Start me up” o “Waiting on a friend”, uno de los aportes de Sonny Rollins a los overdubs). Undercover (1983), otro disco sin gira, relativamente oscuro, contrapone una mezcla entre la experimentación (mucho dub, percusión y la batería Simmons de Sly Dunbar) y lo que Richards llama “cálculos sobre el mercado” de Jagger, con unos Stones en piloto automático en los últimos tres tracks. Steve Lillywhite produjo grandes discos pero Dirty Work (1986) no es uno de ellos. El brillo de su mezcla es incongruente con los Stones, o lo que queda de ellos: Jagger y Charlie Watts no estaban muy interesados, el primero pendiente de su carrera solista, ladrando sus vocales, y Watts con una tardía adicción a la heroína y el alcohol. Richards y Wood (éste último uno de los reemplazantes de Watts, tocando en “Sleep tonight”, una discreta balada de Richards donde también vocaliza Tom Waits) llevan adelante el disco pero ninguno está en su mejor momento.

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Si 1986 fue el año donde muchas leyendas tocaron fondo, 1989 fue, si no un regreso con gloria, al menos un notable repunte. Steel Wheels los encuentra reenergizados, cubriendo la mayoría de la paleta estilística del grupo, pero la versión mejorada de esa propuesta, Voodoo Lounge (1994, ya con Darryl Jones reemplazando a Bill Wyman), fue el verdadero retorno, impulsado por la sugerencia de Don Was de hacer un disco deliberadamente retro en estilo y sonido. Jagger no quedó del todo conforme con esto y para Bridges To Babylon (1997, lleno de invitados, incluyendo a Waddy Watchel en guitarra, Jim Keltner en segunda batería, y Wayne Shorter en “How can I stop”, otra balada de cierre de Richards) se repartió -bajo el arbitraje de Was- el espacio con Richards: mientras éste se mantenía tradicionalista, Jagger buscaba el upgrade sónico con productores de moda como los Dust Brothers. Después de un largo parate, a excepción de una estadía en estudios en 2002 que dio cuatro temas para el compilado Forty Licks, aunque habían esbozado suficientes ideas para un nuevo álbum (ninguna utilizada posteriormente), A Bigger Bang (2005) es su disco más directo y autocontenido (pocos teclados; Jagger y Richards tocan muchos de los bajos) desde Some Girls. Sobrevalorado en su salida, sufre de haber sido pensado para el formato CD: tiene grandes momentos pero le sobran canciones. Wood se perdió varios temas por cuestiones de rehabilitación; Jagger aportó aún más guitarras de lo habitual, con un interesante trabajo de slide.

Los próximos pasos de los Rolling Stones, en estudios o escenarios, aún no han sido anunciados. Más allá del nivel de Voodoo Lounge, los Stones, a diferencia de otros contemporáneos, no han podido grabar un disco maduro a la altura de sus clásicos. Tampoco han optado por un disco de versiones ni por hurgar en el arcón: tranquilamente podrían editar varios discos del nivel de los Bootleg Series de Dylan o los Anthology beatle. Mientras tanto este relanzamiento, consecuencia del reacomodamiento de jugadores en una industria en crisis, es una buena excusa para volver a escuchar parte de una de las obras más importantes de la música popular de los últimos cincuenta años.

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