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Alejandro Balbis: Para conocer el canto murguero hay que curtir Uruguay

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¿Cómo es el desarrollo o el crecimiento de un músico de música popular en Uruguay?
La música popular, el candombe y el rock son circuitos y vertientes culturales muy diferentes, bien marcadas entre sí. Desde hace ya muchos años se realizan festivales como el Pilsen Rock, La Fiesta de la X, que reúnen a muchas bandas, capaz varios escenarios sonando. Sucede que por ahí, todo lo relacionado a tecnología y maquinarias llega un poco más tarde a Uruguay y en consecuencia, se tarda más en conocer esta tecnología, sea para sonar en vivo como para grabar en estudio. No se puede comparar, a nivel cuantitativo, los sonidistas, ingenieros, estudios y bandas que hay en Argentina; entonces ahí el circuito ya es otro, y a su vez muy distinto al circuito de la música popular y el candombe. Yo particularmente no puedo asistir mucho a estos eventos ya que estoy abocado a mis cosas acá en Buenos Aires, y el mes de noviembre es complicado en ese sentido para mi ya que voy preparando en esa fecha varios de los proyectos en los que participo.

¿En el caso del carnaval noviembre es el mes de preparación?
En mi caso sí, pero no sólo del carnaval en Montevideo, ya que hace varios años que no salgo, sino que son meses de preparación para varios de los proyectos que tengo. Se hace complicado salir para los carnavales y sostener una carrera solista, además depende del lugar que esté ocupando, porque si es sólo para cantar, alcanza con incorporarte en noviembre, pero si sos el director, como me ocurrió con Falta y Resto hasta que me vine a vivir a la Argentina, tenés que estar seis meses sentado armando la historia.

Decir que la murga y el candombe es parte de lo mismo es un gran error. ¿Cómo se las puede definir a cada una de estas expresiones?
Son dos vertientes culturales completamente distintas, ya desde sus orígenes y su misma evolución histórica. En los años ‘70 se mixturó y se comenzó a candombear los ritmos de murga. No es que el negro no estaba a causa de un fenómeno racista -aunque en aquella época era “la música de los negros con la música de los negros, y la música de los blancos, con la de los blancos”- fue una cosa natural, pero igual de condenable como cualquier tipo de segregación. La murga viene de raíces europeas, más precisamente de Cádiz, inmigrantes que llegaron al puerto de Montevideo y en sus cantos imitaban a los marineros cubanos. La murga es un coro que canta acompañado por una batería de murga, compuesta por un trío de murga: uno con los platillos, otro en el bombo y otro con redoblante, que es muy distinto a la banda tocando con la batería armada tipo americana. Por otro lado, antes, con el arribo de la esclavitud, llega el candombe, que es diferente. Ellos tenían ese paso cortito, esa rítmica, esa cadencia, tal cual como caminaban ellos, los esclavos, que iban atados, de ahí ese modo de caminarlo y de cantarlo que tienen las comparsas. La murga y el candombe participan y compiten en los carnavales pero son segmentos diferentes, totalmente disociados.

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¿Cómo fue tu formación y evolución como murguista?
Generalmente es algo que se va mamando de chico, en el tablado. Pero a mi me llegó por otro lado, de rebote, por la música, el tablado me entró después. Yo me crié en Pocitos, que no es un barrio murguero, es como si me hubiera criado en Recoleta. La murga allá está en otro lado, como si fuera en Morón, y ya tenía mi acercamiento a la música, cantaba mucho. Luego pasé a la viola, sólo para acompañarme y hacer arreglos una vez que cantaba. Fueron mis viejos los que me llevaron a los tablados. Yo escuchaba Beethoven, Edith Pfiaf, recuerdo que Jesucristo Superstar me partió la cabeza, igual que el disco Fiebre de sábado por la noche, ese disco me lo morfé entero. Finalmente en La Gaviota, que era un instituto de iniciación musical, fue donde me relacioné directamente con la música. En el invierno del 80 Marcelo Moreira, un gran músico uruguayo, me comenta que había una murga de gurices donde yo podía entrar a cantar. Esa murga era “El Firulete”, la única de niños en época del plebiscito y tiempos de la caída de la dictadura. Con 12, 14, 17 años éramos profesionales llegando a hacer más de 30 presentaciones por semana. Tengo un hermoso recuerdo, muy luminoso de ese momento ya que fue un contexto histórico muy favorable para el desarrollo de la música popular y el canto. Ya para el 87, después de muchos años de fogueo, salimos para los carnavales en forma más constante, para ese entonces ya existían Falta y Resto, Contrafarsa, Los Saltimbanqui y otras murgas que entrando los ‘90 implementaron de forma fija la modalidad actoral sobre el escenario, algo que antiguamente estaba circunscrito sólo a los actores que hacían reír a la gente.

Hablás del canto, del cantor. ¿Cuál esa característica que marca a un “cantor”?
Uhh... difícil, no sabría explicarlo con palabras, pero me doy cuenta, tanto en Uruguay como en Buenos Aires, los veo y los reconozco. Todos tenemos una voz, pero no todos tienen el caudal suficiente, hace falta esa personalidad para cantar, no es precisamente cuidando la voz, ya que yo últimamente más bien, vengo descuidándola. Pero aparte del timbre existe ese ejercicio coral que hace que las voces se empasten unas con otras, lo que permite sentir al coro en su plenitud y que todas las voces parezcan una. En cambio el cantor solista debe cerrar por todos lados, más bien saber acomodarse a las distintas voces dentro de un coro, puede ser primo, sobreprimo o segundo, que son los rangos dentro de un coro. Tal vez haga falta conocer y curtir Uruguay, la cuna, para poder insertarse en eso y aprender la raíz del canto murguero. De hecho Buenos Aires tiene una energía muy fuerte, y creo que todos los que viven acá en algún momento sienten esa necesidad de salir y respirar otro aire, es una ciudad muy grande y absorbente.

A vos te sucedió lo contrario: de allá te viniste para acá y cantás cosas de acá con idiosincrasia musical de allá.
Es que ahora es mi casa también, hace 12 años que estoy acá, y acá vivo bien, me siento bien, incluso más tranquilo que en Montevideo. Acá puedo dedicarme con mayor tiempo a lo que siento y lo que quiero, que es cantar. No ando en horas pico por la calle, puedo sentarme a mirar por la ventana, componer y producir con la cabeza bien focalizada, pensar y escribir.

Después de haber colaborado con tantos artistas, ¿cómo surge la idea de lanzar tu propio disco?
Casi como una necesidad, una urgencia te diría. Se demoró mucho, tal vez no estaba preparado antes. Siempre hice muchas cosas, varios espectáculos para otras personas, con grupos grandes de personas desde la dirección. Si bien recién salió, no es el último, sino el primero. Mi relación con otros artistas se fue dando de modo natural ya que siempre tuve la inquietud de conocer otras músicas. Primero fueron los discos de La Vela Puerca y Bersuit, luego con No Te Va Gustar, que me permitieron trabajar con Gustavo Santaolalla, con Árbol, etc.

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