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Yendo del control a la sala

Yendo del control a la sala

Un honor para esta revista contar con Mariano Bilinkis como columnista. Aquí su primera entrega. Palabras claves: intervención en la cadena del sonido.

Subía el fader y lo que sonaba desde la sala era una lotería. Peor aún: si sonaba mal, no sabía bien qué hacer al respecto. Lo recuerdo claramente. Cada vez que colocaba un micrófono, preamplificaba y levantaba el fader, un sudor frío me corría por la frente. El miedo de enfrentar lo que todavía no entendía bien, tener que demostrar (y demostrarme) que por algo estaba ahí parado.

Tenía 20 años y mis primeros impulsos fueron recurrir a los conocimientos que traía de la escuela secundaria. Ecualizadores un poco, compresores ni idea. Había aprendido bastante de física, trigonometría, electrónica, MIDI. Realmente no sabía mucho cómo usar el hardware y tampoco qué hacer con él para mejorar lo que sonaba. Y es más, tampoco estaba tan seguro de si lo que sonaba estaba bien o mal. Al principio son tan misteriosos los senderos del despertar del oído...

Con el correr de los años y a fuerza de asistencias interminables junto a otros ingenieros, empecé a escuchar un poco mejor. Ahora sí, cuando iba al encuentro del sonido, miraba a mi alrededor y elegía entre las decenas de opciones que me presentaba el estudio. Movía las perillas en búsqueda de resultados, con respeto y sabiendo que era factible que me equivoque feo. Y eso funcionó bastante bien por un tiempo hasta que nuevamente mi cabeza hizo un click. A pesar de complejas cadenas de procesos, los audios todavía podían estar mucho mejor.

Algo que no había hecho casi nada en la vida era conocer la mecánica del sonido de distintos instrumentos musicales. Además, quiénes los usaron y de qué manera los hicieron sonar. Para graficar esto, un ejemplo que me gusta compartir es el momento en que descubrí el truco de la frazada en el bombo de la batería, si tiene o no un agujero el parche de adelante o de qué material es la masa del pedal. Estas cosas de pronto pasaron a ser para mí cosas mucho más críticas y fundamentales que las diferencias entre ecualizadores, compresores, compuertas y trucos digitales varios. Cada vez más entendí que cuanto antes interviniera en la cadena del sonido, más fáciles y efectivos serían los momentos de ir al control, levantar el fader y enfrentar lo que saliera por los parlantes.

Esto de pasar tiempo en la sala conectando con los instrumentos de los músicos a los que vas a grabar también ayuda muchísimo a generar empatía con ellos y entender qué esperan de los sonidos. Esto ayuda a lograr no solo lo que le gusta al ingeniero de sonido, sino también lo que les gusta a los músicos con los que estás trabajando. El camino del control a la sala, del procesador a la fuente sonora.

Al saber qué esperar del sonido por conocer de dónde viene y a dónde va y cuál es su propósito en la canción, los movimientos en las perillas de los procesadores se volvieron más precisos y certeros. Las respuestas a muchos de mis problemas pasaron de ser “compuerta” a ser “frazada”, de “ecualizador” a “masa de plástico”, de “compresión” a “cambiemos al batero”.

Yendo del control a la sala

(*) Mariano Bilinkis es ingeniero de grabación, mezcla y mastering. Dirige el estudio Sonido Artístico.
mariano@bilinkis.com

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