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Gustavo Jamardo: Tratamos de generar una música nueva

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Se lo ve bastante batallado al bajo. ¿Cuánto hace que tenés al bajo? Desde el ‘88, es un Fender Precision ´78 y el mango, según algunos entendidos, es de los ´60. Al parecer Fender hacía los mangos y los terminaba después porque son atornillados. Una persona lo vendía y lo conseguí a muy bajo costo, 650 dólares, y hoy en día es invaluable. No sabía bien lo que tenía en las manos; incluso cuando empecé a tocar con Precision me molestaba un poco la falta de definición, cosa que finalmente fui encontrando cuando trabajé con ejercicios de mano derecha, algo que laburé mucho.

¿Dónde encontrabas esa falta de definición en el instrumento? Al no tener micrófono agudo y tener un micrófono doble bobina es como que se escondía demasiado atrás del bombo, y después de ejercitar mucho la mano derecha le fui encontrando esa definición, fui consiguiendo peso y punch en el instrumento, es decir que no podía tocar al estilo Jaco [Pastorius]. Me rendía más para groovear, sentía que no podía sonar igual que un Jazz Bass que tiene más definición pero que no tiene la misma agresividad del Precision, por eso trabajé mucho para encontrarle definición al bajo con mi propia mano, con mi propio toque.

¿Cuáles fueron esos ejercicios de mano derecha? Muchos estudio, técnica de uno y uno, y todo el tiempo tratando de que se entienda el golpe, con la yema de los dedos, ejercicios en trecillos, buscar que el instrumento pese. Lo que más me atrapa del Precision es cómo canta, el “dundéo” que tiene, ese sustain que tiene, el “dun dun dun” [hace el gesto de estar tocando en la parte más aguda del diapasón]. Al tocar las notas tardan mucho en apagarse, entonces eso me empezó a resultar más cantarín para tocar, es muy bueno para groovear, arma más la bola.

¿Siempre tocaste Precision o llegaste a probar un Jazz Bass? Este Precision lo cambié por un Jazz Bass en un lugar que se llamaba El Coleccionista. Cuando el Jazz Bass en mi poder empecé a tocarlo y un amigo. que me había acompañado y con el cual había grabado unas cosas con el Precision, me mostró el resultado de esas grabaciones: escuchaba el sonido, era buenísimo, bien grave, gordo, como una pared y me enloquecí, así que volví al lugar y como era sábado por la mañana estaba cerrado. Regresé convencido de querer recuperar el Precision, llegué el lunes a primera hora y le dije “Dame mi bajo” [risas]; no había otra forma. Por suerte no lo habían vendido, vio que iba convencido y no dudó en devolvérmelo. Igualmente ambos son instrumentos muy nobles, y si toco un Jazz Bass también siento que estoy tocando un bajo de la familia, no me sucede lo mismo si toco un bajo Gibson por ejemplo.

Jorge Araujo toca con un bombo de 24’. ¿Cómo hacés con tu sonido de Precision para estar a la altura de la “gordura” de un bombo con esa medida? También formó parte de mi búsqueda, de mi trabajo con el instrumento. El Precision es un bajo que no suena solo, tenés que estarle encima, y yo hace 20 años que lo tengo, de hecho cualquier bajo que toco lo hago sonar como un Precision. El Jazz Bass puede ser más versátil, más fino, más delicado, al contar con dos micrófonos ofrece esa claridad al tocarlo. El Precision se podría decir que es más rústico, tiene un mango más ancho y eso ofrece otro rango dinámico, de ahí que puedo encontrarme a la par con el bombo de 24’ ya que cuento con esas frecuencias en el instrumento.

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¿Qué bajistas reconocés como influyentes? Hace mucho que toco con este bajo, y así fue que se me pegaron los bajistas que tocan con Precision: John Wetton (de King Crimson), John Entwistle de The Who que en sus comienzos usaba Precision, Leland Sklar que tocaba con James Taylor, muchos bajistas negros, Steve Harris de Iron Maiden, entre otros. Pero tengo un recuerdo: a mi hermano mayor preguntándome que quería hacer cuando fuera grande y le respondí que quería tocar el bajo como Paul McCartney y a los 15 años me compré mi primer bajo, un Daion Concert, que era como un Faim. Todos pasamos alguna vez por Pastorius, pero siempre me gustaron más los bajistas de base y yo toco muchas bases, armo bloques pero no deja de ser base.

¿Con que amplificador complementás tu Precision? Con Ampeg. Probé alguna vez el Fender Bassman en la época de Porco, llegué a tener un cabezal Musicman que era híbrido, mitad válvular y mitad transistorizado que también me rendía muchísimo. Pero una vez que empecé a usar Ampeg me quedé con ese sonido, sobre todo con la “heladera” de 8 parlantes de 10’. Lo uso con cabezal Gallien Krueger o el SVT de Ampeg, que sería el standard a nivel sonido de bajo. Creo que la caja de 8 de 10’ es insuperable, ni siquiera Ampeg pudo superarse a si mismo, solo sería cuestión de sumar cajas, pero es el sonido que mejor define al bajo. Particularmente con un sistema stereo estoy bien, no necesito mucha cantidad de parlantes.

Si bien decís que sos un bajista “de base”, también sos de “caminar” mucho esas bases. Si, digamos que toco “en bloque”, bajos continuos, no soy muy posicional ya que las texturas del instrumento están desde las notas más graves hasta las más agudas, entonces por eso trato de tocar la escala en todo el diapasón mientras se respete la rítmica, que pueden ser corcheas, semicorcheas o la que quieras. Voy desplazando las escalas aprovechando los distintos sonidos que tiene el bajo. Si tengo que clavarme en una sola nota, también lo hago y no tengo problema, pero me gusta que el bajo tenga movimiento, mover el piso a nivel sonido y, con respecto a la rítmica, que tenga firmeza.

Con respecto a eso y en referencia al ensamble en Gran Martell, hay momentos en que parecen estar improvisando, sosteniendo rítmicas muy irregulares. ¿Cuál es la referencia en esos momentos, de dónde te agarrás para acompañar la base? No sigo a nadie, yo voy contando mi propio tiempo, el tiempo de la canción. Si por ejemplo el tema está en 7/8 me armo la clave, la tengo en la cabeza y voy tocando encima de eso, otras veces me agarro de algunos arreglos. Gran Martell es una banda que tiene mucho ensayo, de hecho así grabamos el primero disco. A los dos meses de formación tuvimos la posibilidad de grabar, entonces en esa química de banda que teníamos entramos a grabarlo. Prácticamente se hizo todo de primeras tomas, sólo las voces las fuimos armando en ese momento porque no las teníamos tan trabajadas, cosa que hoy en día ya tienen mayor solidez, incluso yo me reencontré con el canto y con mi propio instrumento que es la voz. Con Araujo trabajamos mucho el tema de las bases irregulares porque tratamos de que no se note tanto y se mantenga esa sensación “bailable”. Yo empiezo a improvisar sobre esa marca que el me propone y voy grooveando hasta encontrar las notas que más me gustan, incluso de ahí se van formando las melodías vocales. La base es muy tocadora, entonces, sobre eso, Fargo se encarga de las texturas de los temas, no se planta en papel de guitarrista compitiendo en tocar con nosotros. Cada uno explota sus capacidades amalgamando al conjunto, aprovechando al máximo las cualidades técnicas de cada uno. Igualmente no es todo tan zapado como parece, tenemos libertades pero también armamos nuestras propias estructuras y laburamos sobre ellas. Tratamos de que cuando algo es demasiado evidente darle la vuelta de rosca para que no sea tan obvio, tratamos de generar una música nueva.

¿Existe la música nueva? Sí, creo que hay grupos que intentan arriesgar y proponen otra búsqueda, nosotros estamos dentro de esos grupos. Tratamos de no quedarnos con la primera idea que se nos viene a la cabeza. Yo puedo estar una semana pensando en algo para traer a la sala y no siempre rinde, no siempre se utiliza al pie de la letra, se toma una parte e incluso, esa parte se va deformando, así funciona la dinámica de la banda. Al ser un trío es una democracia perfecta, siempre es dos contra uno. Hay períodos en donde uno está poco claro y los otros dos están más iluminados. Por etapas nos unimos con Araujo y odiamos a Fargo [risas] y en otras épocas nos unimos para derrotar a Jorge o Araujo y Fargo se juntan para estar en mi contra. Últimamente estuve reviendo videos de Woodstock y Monterrey Pop y lo que noto es que en esa época, los ’60, el género no se había comercializado, era realmente artístico. La primera impronta del movimiento rock fue una expresión artística muy importante. Honestamente trato de apostar a eso, a lo artístico, a la intelectualidad, al conocimiento, no algo que la gente no pueda entender, sino algo diferente para que pueda conocer. En la música existieron grandísimos artistas como Coltrane, Miles Davis, Bach, Jimi Hendrix, entonces, al resto, qué nos queda sino más que aprender, y eso es lo fantástico de la música, que es infinita.

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