Por Roque Di Pietro
Una reaparición que tardó más de diez años pero finalmente allí está: formato grande, el protagonista sonríe desde la portada y una faja que anuncia su regreso al mercado editorial en el marco del 50 aniversario de Kind of Blue, otro milagro de este álbum. Se trata de la flamante reedición de Miles. La autobiografía de Miles Davis, uno de los textos sobre música omnipresente en las bibliotecas de músicos y oyentes; un ítem indispensable de la literatura jazzística.
Miles Davis dictó sus memorias a Quincy Troupe a fines de los años ’80 durante numerosos encuentros que tuvieron como escenario diversas ciudades de Estados Unidos y Europa. El libro se publicó por primera vez en su idioma original en septiembre de 1989 (dos años antes de la muerte del trompetista, el 28 de septiembre de 1991) y rápidamente se convirtió en un best seller del género. (Existe un volumen llamado Miles y yo escrito por Quincy Troupe que cuenta detalles sobre la relación entre biógrafo y biografiado). Las 500 páginas de Miles es lo más parecido al credo artístico de Davis, una filosofía que se extendía sin distinciones en su vida y su música. Este es su testamento escrito y no sería extraño que en 30 o 40 años siguieran celebrándose nuevas reediciones de esta obra.
El libro contiene el relato en primera persona de la odisea emprendida por un trompetista negro de clase media de Saint Louis que, luego de tocar -por casualidad- en su ciudad natal con sus ídolos Dizzy Gillespie y Charlie Parker [“La sensación más fuerte que he experimentado en mi vida (con la ropa puesta)”, primera oración del volumen] se traslada a Nueva York para estudiar en Julliard e ir tras los pasos de aquellos dos músicos que cocinaban la revolución be-bop. Cuarenta años después, cuando se decidía a publicar sus memorias, Miles Davis había cambiado “cinco o seis veces” el rumbo de la música popular, tal como le respondió a una señora de piel blanca que, en un agasajo a Ray Charles en la Casa Blanca de Ronald Reagan, le preguntó a Davis las razones de su presencia en tal evento. (La historia completa, imperdible, está en la página 467.) Es probable que Davis haya exagerado en esa respuesta pero lo que es irrefutable es que a través de la música de Miles Davis se pueden descubrir varias de las vertientes que han abonado el terreno del jazz desde los años 50 del siglo pasado, una lluvia torrencial de música que alcanzó a géneros como el jazz-rock o el funk, algo completamente inédito en un músico de su generación y un hecho que los puristas interpretaron como una traición y/o un intento de Miles para involucrase en las ligas mayores del negocio musical. Tal como sucede en sus grabaciones, en este libro se puede rastrear el impresionante poder aglutinador que ha tenido la figura de Miles Davis: por sus páginas desfilan los nombres de Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Gil y Bill Evans, Coltrane, Chick Corea, Keith Jarrett, Tony Williams, Herbie Hancock, James Brown, Hendrix, Sly Stone, Prince... Todos estos músicos, en mayor o en menor medida, linkean con Miles Davis: ¿cuántas historias de la música popular se pueden contar con estos apellidos? Este libro, entonces, es el relato definitivo del artista que puso en órbita varios movimientos decisivos para la música popular desde los años ‘50 y cuya influencia en los tiempos que corren permanece intacta: el cool jazz, el hard- bop, la improvisación modal y el ingreso de la electrónica en el universo del jazz (sin considerar sus cameos -postmortem, es cierto- con el rap o cuando su trompeta fue víctima de programaciones insulsas). Hoy parece mentira que un artista haya podido moverse tanto en tan poco tiempo y patrocinado -sobre todo en sus cambios más radicales- por uno de los sellos discográficos más importantes del mundo (Columbia, desde 1957). Para comprobarlo allí están los discos (por suerte casi todo Davis en Columbia está reeditado -o en vías de reedición- en Argentina) y ahora este volumen como inseparable hoja de ruta para una de las mayores epopeyas musicales del siglo XX, liderada por un hombre con una trompeta.
